Resumen - El Complot Mongol - Rafael Bernal

El complot mongol
Rafael Bernal

A las seis de la tarde se levanto de la cama y se puso los zapatos y la corbata. Se puso un poco de agua de colonia Yardley, volvió al cuarto y del buro saco la cuarenta y cinco. Reviso que tuviera el cargador en su sitio y un cartucho en la recamara. La limpio cuidadosamente con una gamuza y se la acomodo en la funda que le colgaba delhombro. Luego tomo su navaja de resorte, comprobó que funcionaba bien y se la guardo en la bolsa del pantalón. Finalmente se puso el saco de gabardina beige y el sombrero de alas anchas. El saco era nuevo y el sastre había hecho un buen trabajo; casi no se notaba el bulto de la pistola bajo el brazo, sobre el corazón. La pistola cuarenta y cinco era parte de él, de Filiberto García; tan parte de elcomo su nombre o como su pasado. ¡Pinche pasado! Se detuvo frente al espejo de la consola del comedor y se ajusto la corbata de seda roja y brillante, así como el pañuelo de seda negra que llevaba en la bolsa del pecho, Se reviso la uñas barnizadas y perfectas. Lo que no podía remediar era la cicatriz en la mejilla, pero el gringo que se la había hecho tampoco puede remediar ya su muerte. ¡Vallalo uno por lo otro! ¡Pinche gringo! ¿Con que era muy bueno para el cuchillo? Pero no tanto para los plomazos. Y le llego su día allí en Juárez. Más bien fue su noche.
La cara oscura era inexpresiva, la boca casi siempre inmóvil, hasta cuando hablaba. Solo había vida en sus grandes ojos verdes, almendrados.
El coronel lo había citado a las siete. Anduvo hasta la avenida Juárez y torció a laizquierda, hacia el Caballito. Podía ir despacio. Tenía tiempo. Toda la pinche vida eh tenido tiempo. Matar no es un trabajo que ocupa mucho tiempo, sobre todo desde que le estamos haciendo a la mucha ley y al mucho orden y al mucho gobierno.
Cuando juego al dómino tan solo se oyen el ruido de las fichas que golpean el mármol de la mesa. Así hay que jugar al dómino, así hay que hacer las cosas entrehombres. Por eso me gustan los chinos de la calle de Dolores. Juegan su pocarito y ni hablan ni andan con chistes. Y eso que tal vez Pedro Li y Juan Po no saben quién soy. Para ellos soy el honolable señol Galcia. ¿Pinches Chales! Y uno allí haciéndole al importante con ellos y ellos viéndole la cara de maje, pero eso sí, muy discretitos. Y yo como les sé sus negocios sus movidas. Como lo de lajugadita y como lo del opio. Pero no digo nada. Si los chinos quieren fumar opio, que lo fumen. Y si los muchachos quieren marihuana, no es cosa mía.
El coronel vestía de casimir ingles. Usaba unos zapatos ingleses y camisa hechas a mano. Había asistido a muchos congresos internacionales de policía y leído muchos libros sobre la materia. Le gustaba implantar sistemas nuevos. Decían que por no daralgo, no daba ni la hora. Sus manos eran largas y finas, como de artista.
-Pase, García.
-A sus órdenes, mi Coronel.
-Puede sentarse.
El Coronel encendió un Chesterfield. Nunca ofrecía y chupaba el humo con todas las fuerzas de sus pulmones, como para no desperdiciar nada.
-Tengo un asunto para usted. Puede que no sea nada serio, pero hay que tomar precauciones.
García no dijo nada. Habíatiempo para todo.
-No sé si el asunto este dentro de su línea, García, pero no tengo a nadie más a quien encomendárselo.
-Usted conoce a los chinos de la calle de Dolores.
No era una pregunta. Era una afirmación.
-En algunas ocasiones ha trabajado con el FBI. Por cierto no lo quieren y no le va a gustar que lo destaque para este trabajo. Pero se aguantan. Y no quiero que tenga disgustos conellos. Tienen que trabajar juntos.
Es una orden. ¿Entendido?
-Sí, mi Coronel.
- Y no quiero escándalos y muertes que no sean estrictamente necesarias. Por eso no estoy aun seguro de que usted sea el indicado para esta investigación.
-Como usted diga, mi Coronel.
El Coronel se puso de pies y fue hacia la ventana. No había nada que ver allí, tan solo el patio de luz del edificio.
El Coronel...