Schultz, padre del barroco aleman

SYMPHONIAE SACRAE
Por Rodolfo M. Fattoruso
Como tantas cosas del alma, mi acercamiento a la música de Heinrich Schütz se la debo Nietzsche, quien a su vez la adeuda a su padre, pastor de iglesia.Enojado con Wagner, en medio de un libelo que buscó desmontar la que entendía como la superchería de la transformación wagneriana del arte, el filósofo dijo que Schütz es el “más genuino y alemánde los músicos, en el viejo y más sentido significado de la palabra alemán”.
La afirmación, comprensiblemente, me intrigó; Nietzsche nombra a este músico en un tríptico sagrado de admiración queincluye a Bach y a Haendel, confiriéndole un carácter fundacional en la historia de la música. Los que tuvieron la felicidad de tratar con los “Salmos de David”, por ejemplo, saben de lo que hablo; sabenque es a partir de Schütz que Alemania estructuró un discurso que hasta entonces era disperso, que vanamente trataba de resistirse a las novedades de Lasso y de Giovanni Gabrielli; saben que Schützrecibió y unificó las influencias italianas bajo una perspectiva acusadamente metafísica que desde entonces será las marca que más tarde se verá en Bach, en Haendel, en los oratorios de Haydn y en laslos trios de Beethoven.
No fue una buena época la que tuvo que vivir Schütz; la guerra de los Treinta Años lo golpeó en todas partes y sin piedad. Al morir, a la increíble edad de 87 años, estabaabsolutamente solo; sus hermanos, su esposa, su hija, yerno y nietos murieron alternativamente enfermos o en el campo de batalla. Mientras fue joven, conoció algún signo de gloria pero también lasprivaciones, la prisión, las persecuciones, el miedo y los vastos cercos de silencio que toda guerra impone sin mayores ceremonias. A ese daño debe agregarse otro tal vez mucho peor: la mayor parte de larevolución musical que se estaba procesando durante la primera década del siglo XVII quedó truncada, miles de partituras se perdieron, varios intérpretes perecieron o fueron a dar con sus huesos...