tp literatura 2015

El placer de vagabundear
Aclaro de antemano que para vagabundear no se necesita experiencia ni nada de esas cosas absurdas de hoy en día. Simplemente se puede salir a caminar en estas iluminadas ydesoladas calles de Buenos Aires. El policía en la esquina con ese chaleco que no todos nos animaríamos a poner, la luz amarilla intermitente del semáforo, el linyera que trata de sacar hasta el masmínimo pedazo de queso de esa caja de pizza que quedó en el tacho de basura de la pizzería de Cacho, hombre tan agrio y áspero en la charla, quien alguna vez me supo dar laburo en su antiguo bar. Ya elpavimento raspado y agrietado, señal de la poca atención que le dan a esta ciudad desdibujada. En la otra cuadra, el otro barcito en el que solía desayunar antes de irme al puerto, llena de esos tiposfanáticos del futbol, atentos al Boca-River. En esta ciudad no pasa nada pero a la misma vez, pasa de todo. Solo un vagabundo que no le tema al frio o más abstracto todavía, al sentido común. Antetodo, para vagar hay que estar por completo despojado de pre­juicios y luego ser un poquitín desconfiado, como esos perros que tienen la mirada de hambre y que cuando los llaman menean la cola, pero envez de acercarse, se alejan, poniendo entre su cuerpo y la humanidad, una respetable distancia. Uno al caminar si puede parar la oreja como me decía la “nonna”, podrá escuchar cosas que en su vida seimagino escuchar. Los carteles, los letreros que anuncian que espectáculo se puede apreciar con pagar esa entrada que tanto le duele al hombre argentino, ese hombre que no aprecia el sentimiento de laobra musical o teatral. Los carteles luminosos que se pierden en la bruma de la madrugada. Y al fondo de este pedazo de concreto largo hacia el punto de fuga, se lo ve a él. Inmenso, blanco yradiante, iluminado y con su esplendor característico. Cualquiera que lo viera diría que una tiza blanca y grande sería lo mismo, pero bien saben que no, que el Obelisco se trata de algo más que una tiza,...