Trabajo Social

Colegio de Bachilleres Plantel 1, El Rosario Literatura I Lic. Karla F. Rangel Baeza

LA HUIDA DE ARTURO Judith Ortiz Cofer

A VECES TENGO que salirme a caminar. Es una necesidad real. Creo que es una de las razones por las que todos piensan que soy extraño. Casi todos. Mis padres se preocupan por mí, pero creen que soy un regalo de Dios. Todos se equivocan sobre mí. Lo que soy es impaciente.A veces me siento atrapado, atrapado en una escuela que es como un manicomio, una rata atrapada en una ciudad que es como un laberinto; por mucho que camines o cuán lejos vayas, siempre acabas en el mismo lugar o por lo menos en un lugar igual a todos: edificios de apartamentos viejos que albergan a demasiada gente, bares con personas tristes que miran sus vasos, y tiendas con luces tanbrillantes que te lastiman los ojos. El único lugar que no me da dolor de cabeza es la vieja iglesia de Saint Joseph. Conozco al anciano que hace la limpieza en las noches, y me deja entrar. A esas horas sólo se ve la luz roja que marca la salida de emergencia y las velas encendidas por la gente en el servicio vespertino. El anciano, Johann, dice que hay que dejarlas en paz. No se pueden apagar porque sonplegarias y peticiones que ha hecho la gente. Actúa como si estuviera cuidando la antorcha olímpica o algo así. Pero lo entiendo. No sería correcto apagar una vela que alguien encendió por una razón especial: sería como robarse un deseo. Conocí a Johann una noche que me encontró sentado en los escalones afuera de la iglesia. Había decidido irme a Paterson y estaba haciendo planes. Creo que loasusté con mi pinta de punk. Eso fue en mi etapa de pelo morado y ropa de cuero. Trataba de transmitir un mensaje a la gente de la escuela. Pero el tiro me salió por la culata y lastimé mucho a mi madre y a mi viejo. En fin, esa noche estaba sentando en los escalones. Me imagino que debí haber dado miedo, con el pelo en púas, pintado de morado, la chaqueta de cuero negra y todo lo demás. También debídar algo de lástima porque ahí estaba el viejo éste, mirándome con esa expresión, ya sabes, de buen samaritano. Nos quedamos viendo un buen rato. Estaba pensando en largarme, cuando el viejo me habló de una manera anticuada, con un acento muy marcado: -Joven, ¿busca usted asilo? Me hizo sonreír. -Pues yo no, viejo, pero si quieres te digo donde hay uno- Quería bromearlo un poco, pero no parecióentender mi broma. -¿Tiene usted hambre?- preguntó, inclinando su rostro arrugado para verme. Llevaba lentes tan gruesos que sus ojos parecían dos peces azules nadando en una pecera. -No, hambre no. Frío.

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Y me di cuenta de que en efecto tenía frío. De hecho me estaba helando. Para entonces llevaba un parde horas deambulando. El viejo me tendió la mano. La estreché, parecía una hoja seca. -Mi nombre es Johann. Soy el cuidador de la iglesia. De la bolsa de su abrigo sacó un manojo de llaves que parecía bastante pesado, y abrió el enorme portón de madera. -Por favor sígame- dijo, como el mayordomo de alguna vieja película de terror en blanco y negro. -Por aquí- dije imitando a Igor de la películade Frankenstein, arrastrando mi pie izquierdo. Seguía con mis bromas. Pero no parecía entenderme. -¿Siente dolor?- preguntó, viéndome nuevamente los ojos. Esta vez no respondí, porque la pregunta me hizo pensar. ¿Sentía dolor? La iglesia de noche es distinta de cualquier otro lugar conocido. Al seguir al viejo Johann, sentí que soñaba. Todo tenía esa naturaleza nebulosa. Como el libro que leímos enclase de inglés, Jane Eyre, o algo así, donde te imaginas que todo ocurre una noche brumosa en una casa vieja y fantasmal. El viejo me llevó a una banca del frente. -Aquí puede descansar- dijo, y al sentarme, me dio una palmada en la espalda, ¡por el amor de Dios! El tipo era una reliquia-. ¿Necesita usted algo? Negué con la cabeza. ¿Cómo rayos iba a decirle a este tipo lo que necesitaba? Así...