Un Día De Campo

Páginas: 17 (4105 palabras) Publicado: 5 de octubre de 2011
UN DÍA DE CAMPO
GUY DE MAUPASSANT

Tenían proyectado hacía cinco meses salir a almorzar en los alrededores de París el día del santo de la señora Dufour, que se llamaba Pétronille. Por ello, como habían esperado con impaciencia esa partida, se habían levantado muy temprano aquella mañana. El señor Dufour, que le había pedido prestado el coche al lechero, conducía. La carreta, de dos ruedas,estaba muy limpia; tenía un techo sostenido por cuatro montantes de hierro del que colgaban cortinas que habían alzado para ver el paisaje. Sólo la de detrás flotaba al viento, como una bandera. La mujer, al lado de su esposo, estaba radiante con un extraordinario traje de seda cereza. A continuación, en dos sillas, se sentaban una vieja abuela y una jovencita. Se distinguía también la cabelleraamarilla de un muchacho que, a falta de asiento, se había tumbado al fondo y del que aparecía sólo la cabeza. Tras haber seguido la avenida de los Campos Elíseos y cruzado las fortificaciones por la puerta Maillot, se habían puesto a contemplar la comarca. Al llegar al puente de Neuilly, el señor Dufour había dicho: «Ahí tenéis el campo, ¡por fin! », y su mujer, ante esa señal, se había enternecidocon la naturaleza. En la encrucijada de Courbevoie, les había asaltado la admiración ante la lejanía de los horizontes. A la derecha, allá lejos, estaba Argenteuil, con su elevado campanario; por encima aparecían los cerros de Sannois y el Molino de Orgemont. A la izquierda, el acueducto de Marly se dibujaba sobre el cielo claro de la mañana, y se divisaba también, de lejos, la terraza deSaint-Germain; mientras que enfrente, al final de una cadena de colinas, unas tierras removidas indicaban el nuevo fuerte de Cormeilles. Muy al fondo, con un retroceso formidable, por encima de llanuras y pueblos, se entreveía un oscuro verdor de bosques. El sol comenzaba a quemar los rostros; el polvo llenaba los ojos de continuo y, a los dos lados de la carretera, se desplegaba una campiñainterminablemente desnuda, sucia y hedionda. Hubiérase dicho que una lepra la había devastado, royendo hasta las casas, pues esqueletos de edificios hundidos y abandonados, o bien pequeñas casuchas inacabadas por falta de pago a los contratistas, alzaban sus cuatro paredes sin techo. De trecho en trecho crecían en el suelo estéril largas chimeneas de fábricas, única vegetación de aquellos campos pútridos porlos cuales la brisa de la primavera paseaba un perfume de petróleo y de esquisto mezclado con otro olor aún menos agradable. Por fin habían cruzado el Sena por segunda vez, y, en el puente, había sido arrobador. El río resplandecía de luz; un vaho se elevaba de él, absorbido por el sol, y se experimentaba una suave quietud, una frescura benéfica al respirar por fin un aire más puro que no había sidobarrido por el humo negro de las fábricas o las miasmas de los muladares. Un hombre que pasaba había dado el nombre de la zona: Bezons. El coche se detuvo, y el señor Dufour se puso a leer la prometedora muestra de un figón: «Restaurante Poulin, calderetas y pescado frito, reservados particulares,bosquecillos y columpios.
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¿Qué, señora Dufour, te conviene? ¿ te decidirás por fin? » La mujerleyó a su vez: «Restaurante Poulin, calderetas y pescado frito, reservados particulares, bosquecillos y columpios.» Después miró largamente la casa. Era una posada de campo, blanca, situada al borde de la carretera. Mostraba, por la puerta abierta, el cinc brillante del mostrador ante el cual estaban dos obreros endomingados. Por fin la señora Dufour se decidió: «Sí, está bien -dijo-, y, además,tiene buenas vistas.» El coche entró en un amplio terreno plantado de grandes árboles que se extendía detrás de la posada y que sólo estaba separado del Sena por el camino de sirga. Entonces se apearon. El marido saltó primero, luego abrió los brazos para recibir a su mujer. El estribo, sujeto por dos barras de hierro, estaba muy lejos, de forma que, para alcanzarlo, la señora Dufour tuvo que...
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