Una Larga Historia Que Contar...

Yo, Jennifer Witt volví a revisar la mesa. Parecía perfecta, pero cuando no se sabe en que consiste la perfección, resulta difícil estar segura. Había dos velas rojas nuevas en lustrosos candelabros de plata; a Larry no le gustaban las velas a medio quemar, ni con las mechas consumidas.
Pensé en poner una vela roja y una verde ya que se acercaba la época navideña, pero a Larry tampoco legustaban las mezclas de colores. La sala estaba toda decorada en champaña, precisamente el color mas difícil de mantener limpio cuando se tiene un niño de siete años; pero no iba a cambiarla. Recordé que una vez compré una reproducción de Van Gogh (¡UNA REPRODUCCIÓN, POR DIOS! ¿COLGARÍAS UNA REPRODUCCIÓN EN MI SALA?). Los colores realmente lo habían perturbado.
Le gustaban las cosas en orden, exactas.Era gobernador. Y me aclaro que no podía llenar su propia casa de porquerías.
Entonces me decidí por los candelabros rojos.
Y la vajilla de porcelana. A él le gustaba la vajilla de porcelana, aunque al mismo tiempo le desagradaba que todo fuera tan formal en su propia casa. ¿Por qué no podía relajarme y servir una comida sencilla en platos blancos de Pottery Barn? ¿Quizá sólo unos perroscalientes y unos frijoles? No era necesario comer platos especiales cada noche. Yo me esforzaba por complacerlo, pero Larry era impredecible.
En una ocasión él no estaba de humor para perros calientes y frijoles, pues había tenido un día especialmente duro y quería comida de adulto. Matt también había tenido un mal día en el colegio y se quejaba. Uno de los platos de la vajilla de porcelana se habíadesportillado.

Sacudí la cabeza para aclarar la memoria.
Esta noche quería reconciliarme con él, o al menos iba a intentarlo; entonces me decidí por la vajilla de porcelana.
Podía sentir su descontento; iba cargándose antes de explotar; pero haría lo posible por aplazar la explosión unos días más, para por lo menor relajar la tensión unpoco.
Entonces prepare su plato favorito: chuletas de riñónde ternera, compradas en Little City Meats, North Beach, y espárragos decembrinos de Petrini´s, a $4.99 la libra. Acosté temprano a Matt para poder conversar con Larry en completa paz.
Me mire en el espejo y me pareció extraño que tantos hombres me encontraran atractiva. Mi nariz tenía una pequeña protuberancia en la mitad, y me parecía que mi piel se veía casi translucida, como una mascara dela muerte. Estaba tan delgada que la estructura de los huesos saltaba a la vista.
Me incline y me mire un poco más de cerca. Todavía tenía una vena rota, pero el maquillaje de los ojos disimulaba el último resquicio de una magulladura amarillenta. Mientras esperaba la llegada de él, revisándolo todo una y otra vez, había vuelto a enroscar el labio inferior hacia el interior de mis dientes. Menosmal que había notado la pequeña marca de pintalabios coral en un diente y la leve mancha por fuera del borde del delineador.
Rápidamente, mientras esperaba escuchar la puerta del frente, me quite los zapatos para no despertar a Matt, y camine en puntillas sobre el piso de madera hacia el baño donde había mejor luz. Con pañuelos faciales me presione los labios y volví a aplicarme el lápiz y luegoel brillo. A Larry le gustaba el aspecto húmedo y brillante, aunque no muy pronunciado. Mucho se ve barato, como si estuvieras pidiéndolo, decía el.
Regrese al frente de la casa. Cuando llegue a la alfombra champaña, volví a deslizarme entre mis tacones.
La calle Olympia, que subía por la torre sutro, estaba en silencio. Era el primer día de invierno y el más corto del año. Las luces de la callese habían encendido desde las 5, cuando volví de hacer las compras. Mire mi reloj. Eran las 7:15. La comida estaría lista exactamente a las 7:20, hora en que solíamos comer. Larry llegaba del palacio entre las 6:50 y las 7:05, todos los días. Bueno, casi todos los días. Cando llegaba a casa le gustaba tomarse sus dos onzas de escocés Laphraoaig con un cubo de hielo, mientras yo servía la...