Winnicott la experiencia del nacimiento
9. LA EXPERIENCIA DEL NACIMIENTO
Puede afirmarse, sin duda, que no se dispone de un conocimiento exacto sobre el efecto que tiene el proceso del nacimiento en el bebé que nace. Hasta es difícil probar que haya algún efecto. Muchos aducirían que no puede haberlo porque el bebé no es todavía un ser humano al que algo pueda afectarlo. El punto de vista que formulo aquí es que, cuando el parto se produce a término, ya hay un ser humano en el útero, capaz de tener experiencias y de acumular recuerdos corporales, y aun de organizar medidas defensivas para tramitar los traumas (como la interrupción de la continuidad de ser mediante una reacción ante la intrusión del ambiente, en tanto y en cuanto éste falla en su adaptación). Según este punto de vista, los fetos a término llegan al proceso del nacimiento con una capacidad individual, o falta de capacidad, para tramitar el gran pasaje de ser no nacido a ser que ha nacido. En este contexto, debe recordarse que existe una variabilidad extrema en el grado en que el suceso del nacimiento resulta traumático para el bebé, suponiendo que éste sea algo que pueda tomarse en cuenta. Considero necesario postular un nacimiento normal, vale decir, un pasaje no traumático del estado de ser no nacido al estado de ser nacido. La cuestión es la siguiente: ¿qué significa esta palabra en lo que respecta a la psicología del bebé? El nacimiento normal comprende tres grandes características. Primero, que el bebé experiencia una grosera interrupción de la continuidad de ser (por injerencia de una alteración de la presión, etc.), pero ya se ha vuelto capaz en grado suficiente de salvar las brechas en la continuidad de ser asociadas con la reacción ante la intrusión. Lo segundo es que el bebé ha construido recuerdos de sensaciones e impulsos que son fenómenos del self, dado que pertenecen a los períodos en que la regla era ser más que reaccionar. La tercera característica es que la mecánica del proceso del nacimiento no sea demasiado anormal, o sea, que el nacimiento no se precipite ni se prolongue. Sobre la base de estas tres premisas, es posible concebir un nacimiento en el cual, desde el punto de vista del bebé, el pasaje del estado de no nacido al estado de nacido es producido por el propio bebé, quien está biológicamente preparado para los cambios y resultaría afectado en forma adversa por su postergación. Con esto quiero decir que el bebé tiene una serie de impulsos y que el avance hacia el estado de ser nacido proviene de su capacidad para sentirse responsable. Sabemos, desde luego, que el nacimiento fue provocado por las contracciones uterinas. Desde el punto de vista del bebé, fue su impulso el que generó los cambios y el avance físico ‐por lo común, primero el de la cabeza hacia una posición nueva y desconocida. Por cierto caería dentro de lo normal que hubiese una considerable reacción ante las nuevas sensaciones de intrusión que inevitablemente provocan las repetidas inte‐ rrupciones de la continuidad de ser, las que fuerzan al máximo la capacidad del bebé para dar cabida a dichas interrupciones. Es menester partir del supuesto de que puede haber un nacimiento que, desde el punto de vista del bebé, no constituya una intrusión exagerada, sino algo producido por los impulsos hacia el movimiento y el cambio que emanan directamente de la vivacidad del bebé. El pasaje del bebé de no respirar a respirar suele aducirse como ejemplo de la naturaleza esencialmente traumática de nacer o de haber nacido. Sugiero, empero, que la experiencia normal previa del bebé en lo tocante a su recuperación de las reacciones ante la intrusión, ...
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