xvii

Páginas: 27 (6702 palabras) Publicado: 1 de mayo de 2013
XVIII
No volví a ver a Ezequiel por meses. Durante ese lapso su figura crecía dentro de mí,
rodeada de un halo de misterio. Misterio que me apasionaba develar. Nunca supe si la
atracción que ejercía sobre mí correspondía al hecho de haber disfrutado su compañía, o
a que mi padre me hubiese prohibido verle.
Lo seguro es, que durante esos meses, no pude tolerar a mi padre.
Nuestra vidacirculaba por los caminos habituales, jugábamos al ajedrez, escuchábamos
música clásica, es decir, lo de siempre, pero yo no podía soportar la sola idea de
permanecer en una habitación a solas con él.
No lo odiaba, pero era un sentimiento sumamente confuso. Supongo que hay un
momento de la vida en que nuestros padres se nos revelan tal cual son. Sin secretos. Yo
no podía entender su actitud conEzequiel, me parecía terriblemente injusto, pero jamás
tuve el valor para preguntarle nada.
Hoy, tantos años después, creo que si le hubiese manifestado lo que me pasaba, la
situación hubiera sido distinta. Pero yo tenía 11 años, él era el adulto, a él le
correspondía dar ese paso. El paso que hay de la autoridad a la confianza.
XIX
Estuve angustiado, sin saber con quién hablar, ni qué hacer.Una tarde vi a mi madre en
el jardín y me acerqué. Cortaba hierbas.
—¿Te ayudo? —le dije.
—Si, claro —contestó, alcanzándome unas tijeras—, corta el tomillo.
Nos quedamos un rato en silencio, envueltos en el perfume de las hierbas. Hasta que le
pregunté.
—¿Por qué nunca hablamos de Ezequiel?
Apoyó las cosas en el piso con mucha calma. Estiró su mano como para acariciarme.
Me miró. Bajó lamano. Luego la vista y dijo en un susurro.
—Hay cosas de las que es mejor no hablar.
XX
Un domingo de diciembre antes de las fiestas, Ezequiel vino sorpresivamente, al menos
para mí, a almorzar a casa.
Lo recuerdo bien. Ese mismo domingo a la tarde Mariano iba a venir a despedirse antes
de las vacaciones. Su familia tiene una casa en Punta del Este y todos los años viajan
antes de laNavidad y pasan allí todo el verano.
En algunos veranos anteriores nosotros pasábamos todo enero con ellos en Punta del
Este, este año sería distinto, mi padre había decidido pasar las vacaciones con la abuela.
—Tengo muchas cosas que hacer en Buenos Aires —dijo—, no puedo darme el lujo de
irme tan lejos. Desde el campo puedo viajar y volver en el día y no descuidar los
negocios. Así que, familia,este año nada de mar.
No sé qué opinaba mi madre al respecto, yo estaba feliz con la posibilidad de pasar todo
el verano en el campo con la abuela.
Así estaban las cosas ese domingo cuando abrí la puerta y me encontré con la figura de
Ezequiel. Nos dimos un abrazo largo, profundo.
—Tenía ganas de verte —le dije en un susurro—, pero papá no me deja.
Me miró y sonrió.
—Después de comerhablamos. —Y entró a casa con un paso seguro.
Yo lo interpreté como una señal de desinterés. No sé qué estaba esperando que hiciera,
tal vez que me rescatara de esa casa donde me sentía profundamente infeliz. Después,
pensándolo bien, me sentí como un imbécil por eso.
El almuerzo transcurrió lentamente, casi sin hablar, o hablando sólo de las vacaciones y
de las fiestas. Ezequiel contó que queríapasar fin de año con nosotros en el campo,
pensaba irse de vacaciones en febrero, con unos amigos, a Villa Gesell. Sé muy bien
que la mesa familiar no es el ámbito más indicado para hablar ciertos temas, pero mi
familia me parecía tremendamente hipócrita. Nunca se mencionaba a Ezequiel y cuando
se lo hacía, lo he dicho, la mención de su nombre producía chispas. Algunos meses atrás
mi madrelloraba por él, mi padre estaba indignado. Y lo peor de todo, al menos para
mí, era que me habían prohibido terminantemente verlo.
Y ahí estábamos los cuatro charlando de banalidades. De las fiestas y de las vacaciones.* * *
—No te creí tan falso —le dije con sorpresa para él y para mí, un rato después del café,
cuando nos encontrábamos sentados bajo los pinos en el parque de casa.
—No te...
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