Ética Nicomaquea: Libro II De la virtud en general.
La intelectual se debe sobre todo al magisterio a su nacimiento y desarrollo; la moral se refiere a lo de lacostumbre.
Ninguna de las virtudes morales germina en nosotros naturalmente.
Las virtudes no nacen en nosotros ni por naturaleza ni contrariamente a la naturaleza, sino que siendo nosotrosnaturalmente capaces de recibirlas, las perfeccionamos en nosotros por la costumbre.
Todo lo que nos da la naturaleza lo recibimos primero como potencialidades, que luego nosotros traducimos enactos.
Las virtudes las adquirimos ejercitándonos, primero en ellas.
De los actos semejantes nacen los hábitos.
En lo que atañe a las acciones, la manera de practicarlas, pues los actos,según dijimos, son los señores y la causa de que tales sean o cuales los hábitos.
Menester es que quienes han de actuar atiendan siempre a la oportunidad del momento.
La templanza y lavalentía, por tanto, se malogran igualmente por el exceso y el defecto, y se conservan por la medida.
Signo forzoso de los hábitos es el placer o la pena que acompañan a los actos.
Todadisposición del alma mantiene una relación natural con todo aquello que puede naturalmente tornarla mejor o peor.
Tres cosas hay en cuanto a nuestras preferencias: lo bueno, lo útil y loplacentero, y otras tres contrarias de aquellas en cuanto a nuestras aversiones: lómalo, lo nocivo y lo desagradable. Tocante a todas ellas acierta el hombre bueno y falla el hombre malo: lo bueno ylo útil se presentan como placenteros.
Es más dificultoso combatir el placer que la ira.
El hombre justo y temperante, a su vez,no es el que simplemente ejecuta esos actos, sino que el quelos ejecuta del modo que lo harían justos y temperantes.
Por tanto, el hombre se hace justo por la práctica de actos de justicia, y temperante por la práctica de actos de templanza.
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