Ética
Suplemento
Rodolfo Soriano Núñez
Detalle: José Clemente Orozco, Combate, 1925-1927.
S
En meses anteriores ha destacado la creciente ola de violencia y delincuencia, inseguridad, narcotráfico y un sinfín de malas noticias que nos dejan sin piso, sin seguridades, ni certezas. En este contexto, los creyentes necesitamos más que nunca dar razones denuestra esperanza y responder con alegría a los desafíos que enfrentamos. Para provocar una reflexión, el autor nos ofrece las nuevas preguntas en las que necesitamos hoy responder con el testimonio de la fe. ciones que dos de mis alumnos, con familiares en la porosa frontera entre México y Guatemala, hicieron durante una comida informal en Tuxtla Gutiérrez a principios de octubre. En ella narrabanlos excesos típicos de los narcotraficantes. Sus palabras me transportaron a pequeñas comunidades de menos de cinco mil personas que, sin policía ni caminos ni comunicación con Tuxtla o con el Distrito Federal, deben lidiar con la presencia de quienes vacían la tienda o la farmacia del pueblo y, como si fuera muy gracioso hacerlo, tiran fajos de billetes de 10 o 20 dólares en el piso y huyen atoda prisa a bordo de una camioneta de lujo.
an Cristóbal de Las Casas, Chiapas, octubre de 2008. La edición del lunes 6 de octubre de The New York Times (http://www.nytimes. com/2008/10/06/world/americas/06mexico.html) resume, de manera sobrecogedora, los efectos de la situación que vive México en materia de influencia y presencia del narcotráfico en todo el país, no sólo en apartadas regionesrurales, en las que frecuentemente, aunque casi como susurros, como si se rompiera un tabú, se habla de los excesos, de los abusos y del temor que causan los narcotraficantes. Aquí en Chiapas, por ejemplo, mientras leo en la computadora la nota del Times, recuerdo las narra-
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Claro, siempredejan de más, mucho más, porque es la manera en que hacen cómplices a quienes tienen la mala suerte de toparse con ellos. Es la manera en que creen que caen bien y, sobre todo, en que buscan legitimarse, presentarse como malos frente a la ley, pero buenos con el pueblo. Y los efectos no acaban ahí. Cada que llego para dar clases en Tuxtla, cada que subo a San Cristóbal de Las Casas a visitar laFundación León XIII veo, ya desde el aeropuerto de Tuxtla, el nerviosismo creciente de los mandos y la tropa del Ejército Mexicano destacados en el Aeropuerto. Veo, desde la ventanilla del avión, a los perros al servicio del Ejército subir a las maletas, olfatear, buscar y correr de un lado a otro de las bandas de equipaje. Lidio con la realidad de los retenes entre el aeropuerto y Tuxtla o en el caminoentre San Cristóbal y San Juan Chamula. Ahí, los pelotones de soldados y policías federales y estatales, buscan atrapar rayos en botellas al interceptar autos para verificar que no se porten armas, que no haya drogas, que no sean autos ilegales… aunque siga habiendo drogas, armas y autos ilegales. No es de sorprender, en un clima así, que la nota del Times hable de la delirante experiencia decomprar, en una callecita de Polanco en la Ciudad de México, playeras, camisas, guayaberas, gabardinas o chamarras a prueba de balas. * * En julio de este año, IMDOSOC me envió a alguna ciudad en la frontera entre Michoacán y Jalisco, el corazón de las épicas batallas entre cristeros y federales, entre sinarquistas y agraristas, y lo que encuentra uno ahí son las mismas historias, los mismos efectos,casi podría uno decir que la misma escenografía: efectivos del Ejército Mexicano que, nerviosos, revisan autos en los retenes de las carreteras secundarias que conectan a Michoacán con Jalisco, para tratar de cortar las rutas de abasto de los narcotraficantes. Como sea, es un esfuerzo vano. Sentado en un Subway’s de la región, escuché la conversación de cuatro jóvenes, dos de ellos trabajadores...
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