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Mario Delgado Aparaín (La Macana, Florida, 1949) es posiblemente, con su coetáneo Tomás de Mattos (1947), la
figura más destacada de su generación, o de su hornada, si se quiere evitar una clasificación hoy un tanto desprestigiada
y reemplazarla por otra que, aunque el lector sea escéptico, está perfectamente aceptada y registrada –así se la use
como recurso metafórico– por la Real AcademiaEspañola en su diccionario oficial.
Durante algo más de quince años, las narraciones de Mario Delgado se ordenaron en torno a dos núcleos: el de San
José de las Cañas y el de Mosquitos.
El primero, el de las Historias del Norte, corresponde a sus títulos iniciales y culmina en su novela Por mandato de
madre, 1996, que unifica y reescribe las novelas breves de 1983 y 1985. Se trata de un mundorural que poco tiene que
ver con nuestra tradición criollista y que más bien nos trae reminiscencias de los grotescos y maravillosos dibujos de
Molina Campos que deleitaron nuestra infancia desde los almanaques de la Fábrica Uruguaya de Alpargatas. Y si
quisiéramos ligarlos con alguno de nuestros grandes criollistas, podrían tener un lejano y posiblemente inconsciente
parentesco con las másdesopilantes creaciones de José Monegal.
Los relatos del ciclo de Mosquitos, o Historias del Sur, comienzan con una de sus obras capitales, La balada de
Johnny Sosa (1987), siguen con un libro de cuentos, Las llaves de Francia (1991), y tienen dos nuevas culminaciones
en la novela Alivio de luto (1998) y en el relato breve La leyenda del fabulosísimo Cappi (1999). Si en lo relatos del
Norte nosencontramos con una versión paródica y funambulesca de la época de nuestras luchas civiles y de la lenta
llegada del ferrocarril a los rincones más inaccesibles del Uruguay profundo, en los del Sur, ubicados en el soporífero
pueblo de Mosquitos alcanzado por lo ramalazos de la última dictadura, esta se debate y queda atrapada en la telaraña
de su siesta eterna, no sin descargar su violenciairracional y provocar cada tanto sus buenos desastres.
(1)
Ya se ha destacado que, aunque en ambos ciclos los temas se ubican en un medio rural o pueblerino, su escritura se
aparta de la tradición del relato criollista y sus textos se apoyan sólidamente en un lenguaje de constante inventiva que
a veces hace pasar a segundo plano la progresión narrativa y en el que algunos críticos han visto lamarca de João
Guimaraes Rosa. Mario Benedetti, por ejemplo, recogiendo una observación de Hugo Fontana, ubica a Delgado “a
medio camino entre Morosoli y Guimaraes”. Rosario Peyrou ha creído observar en sus relatos una reacción “contra la
visión urbana y portuaria que cierta literatura del 45 dio del país”, aspecto que ha sido también señalado por Óscar
Brando y que el autor confirma cuandosostiene, en una entrevista, que “en el mundo rural y en el mundo urbano del
interior hay muchísima más fantasía que en la ciudad”.
También hemos hecho notar que un rasgo fundamental de su estilo es el humor, a través de un manejo detonante de
la adjetivación o de la metáfora inesperada y de la creación de personajes modelados con una visión irónica y aun
sarcástica, que no inhibe la presencia de unaempatía del autor por sus criaturas. Situaciones grotescas o sencillamente
inverosímiles se autentican, sin embargo, por su pertenencia a un mundo autojustificado por sus dimensiones míticas.
Peyrou ha señado la voluntad del autor de “enfocar los acontecimientos colectivos desde los dramas de personajes
mínimos” y ha visto en el pueblo de Mosquitos “una metáfora del aislamiento, del ahogo, delos sueños frustrados de
una sociedad estancada”. Se ha referido también, a “la obsesión del autor por el tema del pasado histórico, del rescate
de los retazos de la memoria que esta sociedad de aluvión ha perdido demasiado pronto”.
Si hasta entonces esa obsesión se había manifestado –según observara Mario Benedetti– a través de “un recorrido
por derrotas máximas de hombres mínimos”, en el...