004 Seleccion De Ciencia Ficcion
Antología de ciencia-ficción seleccionada por Terry Carr
ÍNDICE
La caída del viento oeste, (West Wind, Falling) Gregory Benford y Gordon Eklund.
Buenas noticias del Vaticano, (Good News from the Vatican) Robert Silverberg.
Jade Azul, (Jade Blue) Edward Bryant.
...ni en islas de caliza por el cielo, (Nor Limestone Islands) R.A. Lafferty.
Exposiciones de tiempo, (Time Exposures)Wilson Tucker.
Nave mental, (Mindship) Gerard F. Conway.
Notas para una novela sobre la primera nave a Venus, (Notes for a Novel About the First Ever Ship to Venus) Barry N. Malzberg.
Un pobre hombre, un mendigo, (Poor Man, Beggar Man) Joanna Russ.
El romance del doctor Tanner, (The Romance of Dr. Tanner) Ron Goulart.
El lado humano del monstruo de la ciudad, (The Human Side of the Village Monster)Edward Bryant.
Cerro Caridad, (Mount Charity) Edgar Pangborn.
Todas las guerras finales al unísono, (All the Wars at Once) George Alec Effinger.
LA CAÍDA DEL VIENTO OESTE
Gregory Benford y Gordon Eklund
Se detuvo. Flotaba.
Allí adelante estaba Céfiro, un punto negro en el ojo del Sol, rodeado por el tenue halo luminoso de su cabellera: roja, anaranjado metano, divina. La cola apenasempezaba a ondear y a retorcerse (acababan de cruzar la órbita de Marte), pero nadie en Céfiro veía las hebras de gas ionizado danzando al caer de la cabeza del cometa, más y más veloces a medida que se acercaba al sol. Céfiro estaba demasiado cerca para ellos. La cola del cometa se desplazaba a lo largo de setecientos mil kilómetros a partir de la roca en la que Paul había vivido toda su vida, y ya sesabe que un cometa sólo puede contemplarse bien desde su flanco. Los de la Tierra sí que estaban bien ubicados para ver el espectáculo. Si es que tenían algún interés.
Su vehículo tintineó, murmuró, se deslizó debajo de él; los sensores de masa se habían afincado en Céfiro y estaban cumpliendo con su función de estudiar la roca que se precipitaba para tratar de encontrar nuevos metales: ¿zinc paraconstruir láminas de intercambio iónico? No. ¿Cobre? (siempre hacen falta buenos conductores). Tampoco.
—Máquina idiota —dijo Paul y cambió el control automático a manual.
Los sensores no encontraron nada porque la primera corteza, de tres kilómetros de profundidad, era hielo puro: hidratos de amoníaco, metano e impurezas varias (pero eso sí, las impurezas son las que hacen la diferencia, las quele dan a Céfiro un sabor peculiar). Una bola de nieve con una roca en el medio. Céfiro: el hogar.
El viento oeste: ésa fue la definición que encontró Paul en el diccionario a los nueve años. O bien: algo liviano, etéreo o insustancial, otra definición. (¿Por qué habrá más de un significado para una misma palabra? pensó en aquel momento. Parecía poco práctico. Claro que sólo tenía nueve años.)Ahora le parecía más adecuada la segunda definición. Los cometas son insustanciales; Céfiro era una tibia bufanda de gas atada a una roca negro azabache, que se precipitaba hacia la mueca solar.
Pero sólo ahora resultaba adecuada la segunda definición. Veintisiete años atrás, al nacer Paul, el gas ondulante era hielo puro que flotaba sin rumbo junto con la roca y exploraba la oscuridad total más alláde Plutón. En aquel tiempo hacía mucho frío incluso en el corazón de Céfiro, pero Paul no podía acordarse.
Su búsqueda había terminado. Desvió ligeramente el vehículo para sincronizarlo con la rotación de Céfiro, encontró la cámara de entrada principal e hizo deslizar su módulo por allí. Las paredes de la cámara eran de plastiforma rígida y dejaban pasar algo de la luz acuosa del manto de hielo.Los tres kilómetros pasaron rápido. Llevó el vehículo hasta su amarradero, ayudó a uno de los encargados de la esclusa a asegurar la bolsa de desperdicios metálicos que había encontrado y salió.
El encargado salió tras él.
—¡Eh! —lo llamó—. ¿La vio?
—Si vi ¿qué?
—La Tierra.
—Ah... sí.
—Bueno y ¿cómo es?
—Hermosa. Blanca, casi toda blanca. No pude ver la Luna.
El viejo asintió con entusiasmo....
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