02 Del Rio Ana Maria La Historia De Manu
El cumpleaños de Manú
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Manuela Mamani era una niñita aymara que vivía en un poblado del alti
plano chileno con su papá, su mamá y
doce llamas.
Como era pequeñita de porte, nadie
le decía por su nombre porque era muy
largo. Todos la llamaban simplemente,
Manú. Tenía el cabello negro y brillante,
muy lacio. Su piel era bronceada y los
pómulos salientes. Sus ojos eran oblicuos,
negros y muy brillantes.
Manú era muy bonita.
Manú cumplía siete años ese día.
Desde temprano sintió a su papá y a su
mamá en puntillas por la pieza preparando
el desayuno. Hacía mucho frío en las
mañanas y el sol brillaba con esplendor.
La mamá había puesto pieles de vicuña en
las paredes para impedir la entrada del
frío. Manú no dormía. Estaba nerviosa
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porque ese día era importante para ella.
Pediría algo muy especial como regalo de
cumpleaños.
El papá de Manú era el hombre más
importante del pueblo. Era el jefe de la
Comunidad y además era doctor. Todos le
traían sus hijos y sus animales cuando
estaban enfermos.
Manuel Mamani escuchaba la en
fermedad: a veces oía la sangre correr con
una infección. Otras veces oía los huesos
rotos de alguna pequeña llama, daba un tirón
y ésta sanaba. El señor Mamani no cobraba
dinero por sus servicios. Lo hacía para
ayudar a la gente de su pueblo. Todos lo
querían mucho. Muchas veces le pagaban
con animales. Por eso tenía un rebaño de
doce llamas que Manú cuidaba.
Cada cierto tiempo, el señor Mamani bajaba al valle e iba al Municipio a hablar
con el alcalde. Conseguía muchas cosas
buenas para el pueblo: dinero para hacer
canales de regadío, corrales para que los
animales no se murieran de frío en el
invierno. Ahora último había conseguido
luz eléctrica y habían
instalado la primera
televisión.
—Muy feliz
cumpleaños, Manú
—dijo la mamá.—Muy feliz
cumpleaños, Manú
—dijo el papá.
La abrazaron. Sus papas la querían
mucho y Manú lo sabía. Entonces, la mamá
puso la tetera a hervir en la cocina que estaba
dentro de la sala. Sacó unas tortillas muy
ricas, partió unas tajadas de queso fresco y en
un plato puso poluios, un cereal inflado muy
gordo. Era algo especial. Manú se puso muy
contenta.—Hoy bajo a la ciudad —anunció el
papá de Manú, tomando una taza de té muy
negro—. ¿Qué quieres de regalo de cumplea
ños, Manú?
Ningún padre del pueblo de Chipana
preguntaba a sus hijos qué querían de regalo
de cumpleaños. No había mucho dinero
para regalos en ese pequeño
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pueblo. Pero Manú era muy querida de
su padre y de su madre y, además, era
hija única. .
Manú los miró. Había llegado el
momento de hablar.
—No me traigas nada papá —dijo—.
Quiero un regalo de cumpleaños especial.
Su papá y su mamá la miraron.
—¿Qué será lo que quieres? —pre
guntaron.
—Quiero que me den permiso para
ir a la escuela en la ciudad —dijo Manú—.
Quiero ir al colegio y aprender cosas. Aquí
en Chipana no hay colegios. Yo podría vivir
en Iquique con tía Eduvigis —dijo, mirando a su mamá.
—¡De ninguna manera! ¡Y menos
con Eduvigis! —dijo el papá de Manú
muy enojado.
Tía Eduvigis era hermana del papá
de Manú y estaban peleados hacía años,
porque ella no había querido vivir en
Chipana.
—¡Hija cómo se te ocurre pedir ese
regalo de cumpleaños! —dijo la mamá
mirándola muy triste—. ¿No quieres vivir
con nosotros?
—¡Por ...
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