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Capítulo I
En el que mi amor filial entra en grave conflicto con mi
egoísmo, vence el primero sobre el segundo y, debido a ello,
me veo amenazada por una exigencia desmesurada.

L

orenzo, mi amigo del colegio —antes fue también mi
novio—, considera “un 33% normal” tener padres separados, porque uno de cada tres matrimonios se divorcia.
Sin embargo, todos los hijos de padres divorciadosque
conozco preferirían ser “del 66% normales”. Sólo que a mí
hasta hace ocho meses —para ser más exactos: hasta
mediados de abril— me importaba un pimiento que mis
padres estuvieran separados, pues en lo tocante a este
punto las cosas me iban relativamente bien.
En primer lugar, mi madre y mi padre se separaron cuando yo era muy pequeña. Tenía dos años y dos
meses, de modo que no meenteré de las peleas ni del
ambiente enrarecido que había entre ellos. O al menos
no consigo recordarlo.
En segundo lugar, mi madre y mi padre ganan
bastante dinero y viven bien aunque estén separados. A
mucha gente le resulta imposible mantener dos viviendas.
Y dos coches. Y todas las cosas restantes multiplicadas

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igualmente por dos. Total, que les queda mucho menos
para loshijos.
Y en tercer lugar, entre nosotros nunca ha existido
uno de esos repartos intransigentes y estúpidos, en los
que, por resolución judicial, el padre puede estar con
su hijo toda una tarde, una vez a la semana o una vez
al mes. Yo siempre he podido ver a mi padre todas las
veces que he tenido ganas y él, tiempo.
En cierta ocasión lo calculé durante un mes entero y resultó que yo pasabacon mi padre más tiempo
que mi amiga Lizzi con el suyo. Y eso que ella es una
niña 66%. Sin embargo, entre semana su padre llega
tarde a casa, se sienta ante el televisor con una botella
de cerveza y se queda dormido. ¡Y todos los fines de
semana se va a pescar! El padre de mi amiga Polli, otra
niña 66%, aunque le dedica un montón de tiempo, se
lo amarga con sus broncas, sus críticas y sumanía de
prohibirlo todo.
Desde el jardín de niños estoy convencida de que
Lizzi y Polli lo tienen mucho más crudo que yo en lo que
a padres se refiere. Ah, y de que la gente tiene que ser
comedida, también. Cuando se tienen una madre y un
padre cariñosos sería excesivo pretender, además, que
los dos se quieran y que podamos ir por la vida juntos
los tres, llenos de felicidad. ¡Aunque seríamaravilloso,
por supuesto!
Total, que hasta mediados de abril yo no tenía
nada que objetar a mi vida familiar dividida. Incluso era
consciente de que disfrutaba de ciertas ventajas. Por ejemplo: los padres separados no se unen como lapas en contra
de sus hijos. Les resulta imposible, porque ignoran lo que

el otro cónyuge considera adecuado en cada momento.
Cuando un hijo 66% quiere unospantalones nuevos y
la madre le advierte que antes debe gastar los viejos, el
padre, al enterarse, dice lo mismo que la madre:
—¡Primero gasta los viejos!
Sin embargo, cuando un hijo 33% desea unos
pantalones nuevos y el cónyuge con el que vive no se
los concede, puede sacárselos al otro, pues este no suele
tener ni idea de que el primero se opone a la compra.
(Cónyuge suena estúpido,pero creo que es la expresión
oficial exacta. Y llamar “el cónyuge” al padre y “la cónyuge” a la madre no es muy usual, ¿a que no?).
En cuanto a las malas calificaciones de los
exámenes, una también puede elegir a quién se las
da a firmar. Como es lógico, no les sucede lo mismo
a todos los hijos de divorciados, pues hay muchos a
quienes les va asquerosamente mal. Pero en mi caso,
a Diosgracias, así son las cosas. Como ya he dicho,
hasta mediados de abril estaba satisfecha con mi “vida
familiar dividida”.
Un buen día, era lunes y volvía a casa del colegio con
bastante retraso. La Blaumeise, nuestra tutora y profesora
de mate, se había entretenido al final de la clase en darme
toda una conferencia sobre el buen comportamiento en
la escuela. Mamá me recibió con su cara de...