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El por qué de la filosofía
Árbol de sangre, el hombre siente, piensa, florece
y da frutos insólitos: palabras.
Se enlazan lo sentido v lo pensado,
tocamos las ideas: son cuerpos v son números.
OCTAVIO PAZ
¿Tiene sentido empeñarse hoy, a finales del siglo xx o comienzos del xxi, en mantener la filosofía como una
asignatura más del bachillerato? ¿Se trata de una mera supervivencia del pasado, que los conservadores ensalzan
por su prestigio tradicional pero que los progresistas y las personas prácticas deben mirar con justificada
impaciencia? ¿Pueden los jóvenes, adolescentes más bien, niños incluso sacar algo en limpio de lo que a su edad debe resultarles un galimatías? ¿No se limitarán en el mejor de los casos a memorizar unas cuantas fórmulas
pedantes que luego repetirán como papagayos? Ouizás la filosofía interese a unos pocos, a los que tienen
vocación filosófica, si es que tal cosa aún existe, pero ésos ya tendrán en cualquier caso tiempo de descubrirla
más adelante. Entonces, ¿por qué imponérsela a
todos
en la educación secundaria? ¿No es una pérdida de tiempo caprichosa y reaccionaria, dado lo sobrecargado de los programas actuales de bachillerato?
Lo curioso es que los primeros adversarios de la filosofía le reprochaban precisamente ser «cosa de niños»,
adecuada como pasatiempo normativo en los primeros años pero impropia de adultos hechos y derechos. Por ejemplo, Calicles, que pretende rebatir la opinión de Sócrates de que «es mejor padecer una injusticia que
causarlas. Según Calicles, lo verdaderamente justo, digan lo que quieran las leyes, es que los más fuertes se
impongan a los débiles, los que valen más a los que valen menos y los capaces a los incapaces. La ley dirá que
es peor cometer una injusticia que sufrirla pero lo natural es considerar peor sufrirla que cometerla. Lo demás son tiquismiquis filosóficos, para los que guarda el ya adulto Calicles todo su desprecio: "La filosofía es
ciertamente, amigo Sócrates, una ocupación grata, si uno se dedica a ella con mesura en los años juveniles, pero
cuando se atiende a ella más tiempo del debido es la ruina de los hombres.» Calicles no ve nada de malo
aparentemente en enseñar filosofía a los jóvenes aunque considera el vicio de filosofar un pecado ruinoso cuando ya se ha crecido. Digo «aparentemente» porque no podemos olvidar que Sócrates fue condenado a
beber la cicuta acusado de corromper a los jóvenes seduciéndoles con su pensamiento y su palabra. A fin de
cuentas, si la filosofía desapareciese del todo, para chicos y grandes, el enérgico Calicles partidario de la razón
del más fuerte no se llevaría un disgusto...
Si se quieren resumir todos los reproches contra la filosofía en cuatro palabras, bastan éstas:
no sirve para
nada.
Los filósofos se empeñan en saber más que nadie de todo lo imaginable aunque en realidad no son más
que charlatanes amigos de la vacua palabrería. Y entonces, ¿quién sabe de verdad lo que hay que saber sobre
el mundo y la sociedad? Pues los científicos, los técnicos, los especialistas, los que son capaces de dar
informaciones válidas sobre la realidad. En el fondo los filósofos se empeñan en hablar de lo que no saben: el
propio Sócrates lo reconocía así, cuando dijo «sólo sé que no sé nada». Si no sabe nada, ¿para qué vamos a
escucharle, seamos jóvenes o maduros? Lo que tenemos que hacer es aprender de los que saben, no de los que no saben. Sobre todo hoy en día, cuando las ciencias han adelantado tanto y ya sabemos cómo funcionan la
mayoría de las cosas... y cómo hacer funcionar otras, inventadas por científicos aplicados.
Así pues, en la época actual, la de los grandes descubrimientos técnicos, en el mundo del microchip y del
acelerador de partículas, en el reino de Internet y la televisión digital... ¿qué información podemos recibir de la ...
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