Cerca de mitad de año, cuando el fervor por el Mundial era cada vez más evidente y notorio, los hinchas de River Plate recibimos una de las peores noticias imaginables; Ramón Díaz, el riojano másganador de la historia del club, se iba por la puerta de atrás tras una discusión con Rodolfo D'Onofrio, flamante nuevo presidente del club. Ramón fue el que nos dio vida volviendo a ganar un títulodespués de tanto sufrimiento y tristeza. Por eso era como si el mundo se viniese abajo. Todo sonaba apocalíptico en un ambiente tenso que ponía contra las cuerdas a una dirigencia que ciertamente tuvoalgo de culpa en la renuncia del caudillo. Pero poco tiempo después, inició el proyecto dirigencial y se concretó la idea que tenía Enzo Francescoli; llegó Marcelo Gallardo. Vestido de traje ypantalones largos, recordó en una conferencia tras su asunción que, un par de años atrás, cuando aún era jugador, el solía decir constantemente que: ''Cuando dirija un equipo, va a jugar como el Barcelona''.La inseguridad de la hinchada millonaria era enorme, y aumentó luego del magro mercado de pases que tuvo el club. Solo llegaron Julio Chiarini -para ser suplente de Barovero-, y Leonardo Pisculichi-solicitado por Gallardo-, en una decisión que generó disconformidad entre algunos hinchas que no veían al futuro 10 de River como un jugador digno de vestir "la banda". Piscu no tardó en demostrar quela gran mayoría estaba equivocada; con doble enganche que terminó con Berra en el suelo, metió un golazo contra Rosario Central y encendió al Monumental, encandilado, y ya sin tanto escepticismo.
Fuecontra Godoy Cruz que el estilo Gallardista tuvo su consagración; el 0-4 en cancha visitante con un juego directo, ofensivo, pases de primera y la magnífica conducción de Matías Kranevitter en elmediocampo, hicieron entender a los hinchas y a los argentinos que River había vuelto a ser y que se puede ganar jugando bien al fútbol. Victorias como el 4-1 contra Independiente y el 1-3 en Paraguay...
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