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TODOS aquellos que en la actualidad hablan, muchas veces con vehemencia, y siempre con convicción, de todos los condicionamientos que nos abruman, olvidan que ellos mismos también están condicionados. Siempre. El ejemplo de Illich, que emprende la guerra en La sociedad sin escuela, y que llega, como modelo de escuela sin institución, es decir, sin opresión, a una inmensa incubadoraintelectual, alimentada -como se alimenta y cría a los becerros, en serie- por una distribución del saber que proviene de una de las redes de computadoras más gigantesca que jamás se haya concebido, este ejemplo habla por sí solo. Illich nunca se preguntó quién pondría qué en las computadoras, ni quién sería el dueño de las computadoras en la sociedad sin escuela. El mayor fabricante del mundo nuncahubiera podido encontrar, aunque se lo hubiera propuesto o aunque hubiera encargado una investigación de diez años, una publicidad tan talentosa y sutilmente clandestina como ésta. Y nadie se dio por enterado.
Por poco que se reflexione en ello, se verá que la literatura y las teorías actuales sobre la literatura suelen encontrarse en la misma situación. Difícilmente podría hablarse de algúnescritor de valor que no se rebele, en una u otra manera, contra nuestro tipo de sociedad de consumo, o no lamente que esté dominada por tecnócratas que..., infestada por tecnologías que... Pero todos viven sumidos en la ideología que se alimenta de modelos tecnológicos y de modelos tecnocráticos, modelos que gozan, además, de un prestigio sociológico invisible, por ser tan ubicuo como el aire querespiramos. Acaso en Francia sea más acentuado este prestigio por nuestra tradición particular.
Así pues, sin saberlo, los escritores están profundamente condicionados hasta en su imaginación creadora. Sin duda, no es casual que el formalismo ruso de los años 1910-1930 haga explosión, se difunda, prolifere y triunfe después de 1955-1965. Al reducir la literatura a sus técnicas -formalismos,estructuralismos superficiales en todos los géneros-, no se dan cuenta de que están condicionados; de que están indeleblemente marcados por la época (el vencedor, en este caso, aunque póstumo, es Lucien Goldmann). Confunden producción, o construcción, o estructuración, con creación. Hacen, de
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la fabricación de formas -que es un medio-, un fin. Y nos proponen la contemplación de lastecnologías fabricantes, cuando es innegable que la literatura tiene como finalidad la creación de objetos que puedan emocionarnos estéticamente; es decir, que nos den placeres y alegrías estéticos. El poeta, dice René Char, tiene más necesidad de calor humano que de instrucción. Lo cual también es aplicable al lector, sobre todo cuando "la instrucción" del lector no produce ningún calor humano; ningúnplacer, aparte del placer intelectual, muy tangencial, que consiste en comprender cómo está hecho algo.
No cabe duda de que éste es uno de los dos polos entre los que oscila, desde hace mucho tiempo, la reflexión sobre la literatura. A épocas en que se prefiere la efusión o la ilusión líricas respecto a las obras, se oponen periodos que prefieren el examen riguroso de las técnicas de producción, yque llegan al exceso contrario: son las épocas retóricas, en las que se sustituye la admiración de las obras con la admiración por la aplicación de las reglas (de las formas, de las estructuras) que producen (o que se cree que producen) tales obras. Así, ya para Hegel, a quien Renan pisaba los talones, la comprensión del todo intelectual de las obras remplazaría la contemplación (y el placer) delas obras maestras. '
Pero si los creadores de hoy observaran ligeramente la larga cronología de la literatura, advertirían -ruda lección- cuán poco ha sobrevivido de esas épocas tecnocráticas de la literatura: los Grandes Retóricos, los pequeños Preciosos, toda la poesía del siglo XVIII. Cabe preguntarnos, entonces, qué logrará sobrevivir, dentro de cien años, de tantos escritores que creían...
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