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“Una mujer que te roba tu amor, cuando tu amor es todo lo que tienes, no es una buena mujer”. Había escuchado esto varias veces, y no podía estar más de acuerdo. Por eso, al igual que elautor de estas palabras, decidió matarla.
El día que su muerte estaba planeada, Avril se encontraba en el jardín de su casa, tocando su guitarra acústica como lo hacía cada que sentía esa extrañasensación de estar atrapada; de alguna forma su guitarra parecía llevarse cualquier inquietud. Su cabello rubio brillaba bajo el amarillo-anaranjado de aquel atardecer de octubre y se mecía con el aire quesoplaba de derecha a izquierda.
Se acercó con tal sigilo desde la parte posterior del jardín vecino, que Avril no notó su presencia en ningún momento. Cuando estuvo lo suficientemente cerca para sercautivada por el olor vainilla de su cabello, lo hizo con un ágil y veloz movimiento: pasó la navaja por su garganta.
Avril dio un grave y corto gemido de dolor, una fracción de segundo antes degritar de horror al notar la escena de la que era parte. No había nadie cerca, ya se había asegurado de eso desde hace tiempo, y aún así Avril gritaba con agudeza (y con un muy bajo volumen, que parecíacasi un susurro) esperando auxilio. Le enterró la navaja en el abdomen y la giró hacia la derecha con rapidez, aunque a Avril este movimiento le pareció durar horas y dejó de gritar, por una parte yaque se dio cuenta de la inutilidad de sus gritos y por otra, porque el gritar ya no era una acción permitida por su garganta y abdomen heridos. Avril miró brevemente su cuerpo, y lo encontró bañado desu propia sangre. Su blusa, en un principio blanca, ahora combinaba perfectamente con su pantalón rojo. Vio su guitarra recostada a un lado de ella, de igual forma cubierta de aquel rojo sangre, y fuede lo último que fue conciente antes de cerrar los ojos.
Las puntas de su cabello rubio se habían teñido de rojo con la sangre. Viéndola en esa posición semejaba a la Avril que había conocido un...