12 de Octubre
Se encuentra luego colocado, por nuestras exigencias, en un círculo vicioso manifiesto.
Si rehusa el bien que se exige de él, es acusado de impotencia, de mala voluntad, de incapacidad. Si intenta realizarlo, sereduce a golpear al pueblo con impuestos redoblados, a hacer mayor mal que bien, a atraerse, por otro lado, la desafección general.
Así, en el público hay esperanzas, en el gobierno dos promesas: muchos beneficios y no impuestos. Esperanzas y promesas que, siendo contradictorias, no se realizan jamás.
¿No es ello la causa de todas nuestras revoluciones? Porque entre el Estado, que prodigapromesas imposibles, y el público, quien ha concebido esperanzas irrealizables, se vienen a interponer dos clases de hombres: los ambiciosos y los utópicos. Su papel está totalmente trazado por la situación. Es suficiente a estos cortesanos de popularidad gritar a las orejas del pueblo: "El poder te engaña; si nosotros estuviéramos en su lugar, te colmaríamos de beneficios y te liberaríamos deimpuestos".
Y el pueblo cree, y el pueblo espera, y el pueblo hace una revolución.
Tan pronto sus amigos se encargan de los asuntos, son urgidos a ejecutarlos. "Denme luego trabajo, pan, seguros, crédito, instrucción, colonias, dice el pueblo, y sin embargo, según sus promesas, libérenme de las garras del fisco".
El Estado nuevo no está más apurado que el Estado antiguo, pues, en realidad lo imposiblebien se puede prometer, pero no cumplir. Busca ganar tiempo, que le hace falta para madurar sus vastos proyectos. Primero, hace algunos tímidos ensayos; por un lado, extiende un poco la instrucción primaria; por el otro, modifica un poco el impuesto de las bebidas (1830). Pero la contradicción sales siempre por delante; si quiere ser filántropo, está forzado a permanecer fiscal; si renuncia alfisco, le falta renunciar también a la filantropía.
Estas dos promesas se impiden siempre y necesariamente la una a la otra. Usar del crédito, es decir, devorar el porvenir, es de hecho un medio actual de conciliarlos; se ensaya hacer un poco de bien en el presente a expensas de mucho mal en el porvenir. Pero este proceder evoca el espectro de la bancarrota a quien toma el crédito. ¿Qué hacer luego?Entonces el Estado nuevo toma su parte valientemente; reúne las fuerzas para mantenerse, sofoca la opinión, recurre a lo arbitrario, ridiculiza sus antiguas máximas, declara que se no puede administrar más que con la condición de ser impopular; en una palabra, se proclama gubernamental.
Y está aquí lo que los otros buscadores de popularidad esperan. Ellos explotan la misma ilusión, pasan por lamisma vía, obtienen el mismo éxito, y van sobre todo a hundirse en el mismo abismo. Así hemos llegado a febrero. En esta época, la ilusión que ha sido objeto de este artículo había penetrado más que nunca en las ideas del pueblo con las doctrinas socialistas. Más que nunca, se esperaba que el Estado bajo la forma republicana abriera totalmente la gran fuente de beneficios y cerrara la de impuestos."Me he equivocado a menudo, - dice el pueblo - pero me vigilaré a mí mismo para no equivocarme una vez más".
¿Qué puede hacer el gobierno provisional? ¡Ay! Lo que se hace siempre en coyunturas parecidas: prometer y ganar tiempo. No faltaba más, y para dar a sus promesas más solemnidad, las fija en sus decretos. "Aumento del bienestar, disminución del trabajo, seguridad, crédito, instrucción...
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