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Escuchando a Brahms

Hace años un amigo mío, después de soportar una diatriba izquierdosa de las de mis treinta años con tufos de vodka contra las oligarquías que postraban al país y en pro de uncataclismo socialasesino que cambiara la vaina, se ajustó las gafas de búho y me recriminó. Nuestras élites no lo han hecho tan mal después de todo, me dijo. No sea desagradecido. Y siguió. Yo lellevo mis buenos años. Y usted no vio el país que a mí me tocó. Cuando la gente calzada era una anormalidad y hasta los millonarios eran analfabetos a veces y una escuela en una vereda era un milagro.Vuelva a leer Dimitas Arias, de Carrasquilla, para que vea un maestro de escuela de entonces. Un teléfono, una nevera, eran rarezas de ricachón. Para los muchachos de mi clase, aunque mi padre eratipógrafo y vivíamos en una casa sin goteras, el ingreso a la universidad era improbable. Casi todos salíamos al mercado del trabajo al dejar la adolescencia. Había una docena de fábricas en Medellín, Caliy Bogotá. Lo demás era unos pueblos tristes, donde la gente se mataba por el color de la corbata. La humillación racial del indio y el negro eran reflejos imperantes, como los esclavos para Platón.Cualquier tendero podía zarandear a un indio con el apoyo de la policía si se necesitaba. O impedirle la entrada a su cantina sin que pasara nada. Usted mismo me contó que en Medellín los nadaístasobligaron a los restauranteros a servirle al Negro Billy en 1960. Imagínese cómo era hace 50 años.
Cuando veo a Bogotá hoy, con huecos y todo y contratistas sin hígados y alcaldes ladrones o ineptos yeste montón de muchachos con libros subiéndose a unos buses incomparables con los que me tocaron a mí, carcachas con las ventanas condenadas que hedían a ruana mojada y a sombrero podrido porque lasuciedad era rampante, me asombra el cambio de paisaje. Y usted puede despotricar contra el sistema y la tara religiosa sin que lo excomulguen.
Los curas ejercían un dominio totalitario hasta que...