123456
Venía envuelto en unas vestiduras negras que le ocultaban la cabeza, el rostro y la figura, sin dejar visible más que una mano extendida. A no ser por esto, hubiera sido difícil destacar sucontorno de la noche y separarlo de la oscuridad de que estaba rodeado.
Le pareció que era alto y majestuoso al colocarse a su lado y que su misteriosa presencia le llenaba de un terror solemne. Nada más pudo advertir que el Espíritu ni hablaba ni se movía.
- ¿Estoy en presencia del Fantasma de la Navidad por venir? -dijo Scrooge.
El Espíritu no contestó, sino que señaló con su mano haciaadelante.
- Vais a enseñarme las sombras de las cosas que no han sucedido, pero que sucederán en lo futuro -añadió Scrooge-. ¿No es así, Espíritu?
La parte superior de las vestiduras se contrajo un instante en unos pliegues, como si el Espíritu hubiese inclinado la cabeza. Esta fue la única respuesta que recibió.
Aunque acostumbrado ya a la compañía fantasmal a Scrooge le inspiraba tantomiedo esta figura silenciosa, que le temblaban las piernas, y observó que apenas podía tenerse en pie cuando se dispuso a seguirla. El Espíritu se detuvo un momento al observar su estado, y le dió tiempo para reanimarse.
Mas Scrooge se sintió aún peor con esto. Le agitaba un vago e incierto terror al saber que detrás de aquellas oscuras vestiduras había unos ojos fijos en él, mientras que, conlos suyos abiertos todo cuanto podía, no conseguía ver nada más que una mano fantasmal y un enorme montón de negrura.
- ¡Fantasma del Futuro! -exclamó-. Me das más horror que ninguno de los espectros que hasta ahora he visto. Pero comprendo que pretendes hacerme un bien, y como espero vivir para ser un hombre distinto de lo que fuí, dispuesto estoy a daros compañía y a hacerlo con el almaagradecida. ¿No me hablaréis?
Tampoco le contestó ahora. La mano señaló hacia adelante.
- ¡Guiadme! ... - dijo Scrooge-. ¡Guiadme! La noche pasa de prisa, y sé que el tiempo es preciso para mí. ¡Guiadme, Espíritu!
El Fantasma se alejó lo mismo que antes se acercara. Scrooge le siguió en la sombra de su vestido, que, según pensó, le daba ánimos y le hacía marchar.
No se puede decir queentraran en la ciudad, pues que ésta más bien pareció alzarse en su derredor, circundándolos espontáneamente. Mas en ella estaban, en el corazón de la ciudad; en la Bolsa, entre los negociantes que corrían de un lado para otro, haciendo sonar el dinero en los bolsillos, y conversaban en grupos, consultando el reloj, jugueteaban pensativos con sus grandes dijes de oro y otras cosas, como Scrooge losviera con frecuencia.
El Espíritu se detuvo junto a un corrillo de hombres de negocios. Al observar que se los señalaba con la mano, Scrooge avanzó para escuchar su conversación.
- No -decía un hombre grueso y voluminoso, con una barbilla monstruosa-. No sé apenas nada en ningún sentido. Sólo sé que ha muerto.
-¿Cuándo murió? -preguntó otro.
- Creo que anoche.
- ¿Y qué le ha pasado?-preguntó un tercero, tomando una gran cantidad de rapé de una enorme tabaquera-. Yo creí que no se moriría nunca.
- ¡Dios sabe! -repuso el primero bostezando.
- ¿Qué ha hecho con su dinero? -preguntó un caballero de cara colorada, con una colgante excrecencia en la punta de la nariz, que se movía como la papada de un gallipavo.
- No he oído nada -respondió el hombre de la inmensabarbilla, bostezando de nuevo.
- Quizá se lo haya dejado a los que le hicieron compañía. A mí no me lo ha dejado. De eso estoy seguro.
Esta ingeniosidad fue acogida con risas generales.
- Va a resultar un entierro muy barato -continuó el mismo-, porque a fe que no conozco a nadie que piense asistir. ¿Y si formásemos un grupo de voluntarios?
- No me importaría ir, si hay comida -observó el...
Regístrate para leer el documento completo.