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Publicado: 27 de febrero de 2013
La vida humana no es un mero hecho o modalidad de existencia natural, social o racional porque ella también encierra un valor. Según John Finnis, hay un contenido de ética mínima común a todas las culturas en el que está presente el reconocimiento del valor de la vida humana1. Todas las civilizaciones han estado más o menos de acuerdo en que la vidahumana es un valor que forma parte de su ética de mínimos, pero han diferido en el cómo respetar ese valor, de ahí que no sea igual en ellas la actitud asumida ante la vida del hombre. En general, la vida humana ha sido estimada como un valor absoluto o como un valor relativo, justificándose los juicios de valor objetivamente en el primer caso, y de forma subjetiva en el segundo.
En el debateactual entorno al valor de la vida humana se entrecruzan puntos de vista que en esencia se sustentan en las posiciones enunciadas. En las próximas líneas aspiramos a esbozar algunos de los fundamentos doctrinales en que se sostienen, y sus principales exponentes.
Fundamentación del valor de la vida humana en las sociedades pre-modernas.
En las sociedades primitivas el valor de la vida individualse estimaba en dependencia de su utilidad para la comunidad, de ahí que se considerara valiosa solo la vida del miembro activo de la gens o de la tribu. En el marco de las primeras civilizaciones, la clase esclavista llegó a disponer de tiempo para reflexionar sobre el valor de la vida y proyectarse más allá de lo que es, a lo que debe ser. Y lo primero que comenzó a resaltar al valorar la vidadel hombre fue el imperativo de su inviolabilidad. Ya Séneca señalaba que la vida humana era sagrada, aseveración que fue elevada por la doctrina cristiana al rango de principio al calificarla como un don, lo que ha servido de fundamento a uno de los mandamientos más importantes de esta religión: “no matarás”. En esta valoración de la vida humana prima el elemento público o social, pues se trata defundamentar el valor objetivo de la vida para la comunidad.
En las sociedades pre-modernas imperó siempre la valoración de toda vida humana como parte de un todo social en el cual ésta adquiría su verdadero sentido, con independencia de las valoraciones y apreciaciones personales. Así, la vida de cada persona comenzó verse como parte del bien común en el cual quedaba integrado el bienestarparticular de cada ser humano. De esta forma, las decisiones sobre la propia vida quedaban en manos sociales o de las autoridades públicas en virtud de la objetividad de su propio valor. Lo anterior encontró fundamentos sólidos en el naturalismo ético y en su extensión al Derecho con el pensamiento iusnaturalista.
Aristóteles estimaba que quien se quitaba la vida cometía injusticia contra la ciudadal dañarla con su pérdida, posición compartida y desarrollada por Tomás de Aquino en su Tratado de la Justicia por una triple razón: a) Ser un atentado contra la naturaleza que establece que todos los seres vivos deben conservarse y profesar caridad hacia sí mismos, b) constituir una injusticia contra la comunidad por ser el hombre parte de ella y, c) ser pecado porque la vida es un don de Dios yestá sujeta al poder divino que es quien debe decidir sobre la vida y la muerte. La ética naturalista y el iusnaturalismo no hacen distinción entre el homicidio y el suicidio porque consideran que ambos violan el orden natural del cual es expresión la vida, que en estas concepciones se concibe ordenada naturalmente a servir a la comunidad política y es por ello tutelada en virtud de su cualidad debien público y no a tenor de su dimensión personal y privada.
La concepción iusnaturalista siempre vio tanto mal en el homicidio como en el suicidio, a los que condenó por considerar que son actos que atentaban por igual contra la vida humana. En los marcos de esta visión no se alcanzó a diferenciar entre actos transitivos e intransitivos, es decir, entre los actos en que la acción recae...
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