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Páginas: 253 (63156 palabras) Publicado: 19 de mayo de 2015
Juan Meléndez Valdés

Discursos forenses

Acusación Fiscal
Contra don Santiago de N. y doña María Vicenta de F., reos del parricidio
alevoso de don Francisco del Castillo, marido de la doña María,
pronunciada el día 28 de Marzo de 1798 en la sala segunda de Alcaldes de
Corte.

SEÑOR.
Vuestra Alteza ha escuchado estos días la triste relación de uno de los
atentados más atroces a que puedenatreverse una pasión furiosa y el
desenfreno de costumbres, y el loable empeño con que lo intentara
disminuir la elocuencia de sus defensores. Otro que yo, amaestrado por un
largo ejercicio en el arte difícil de bien hablar, y lleno de las luces y
conocimientos que me faltan, llorando hoy compadecido sobre el delito y
los infelices delincuentes, abrazaría gustoso esta ocasión de hacer
triunfarvictoriosamente la santidad de las leyes, y escarmentar en sus
cabezas con un ejemplo saludable a la maldad y la relajación, que ya
parece no reconocen en su descaro ni límites ni freno. Lejos, como lo está

esta causa, de las marañas y criminales artificios con que los malvados se
suelen ocultar a cada paso para huir de la espada vengadora de la
justicia, vería en ella a dos parricidas alevosos sin veloni disfraz
alguno; un delito por sus atroces circunstancias sin ejemplo, aunque
envuelto al principio en el horror de las tinieblas, descubierto ya,
puesto en claro como la misma luz, y confesado paladinamente; al público y
la virtud, clamando sin cesar por el desagravio de la inocencia
atropellada, y a las costumbres y al santo nudo conyugal solicitando
ardientemente las penas mas severas pararespirar en adelante en seguridad
y reposo.
Todo esto vería un fiscal acostumbrado a hablar en este sitio, y seguro ya
de su reputación y su gloria. Pero yo, que empiezo por la primera vez las
funciones de mi terrible ministerio acusando este atentado, horror y
execración de todos; yo, pobre de ingenio, escaso de razones y falto de
elocuencia, ¿qué podré decir que baste a satisfacer a V. A., nillene
dignamente su zelo y sus deseos: ¿qué podré decir que corresponda al
público clamor contra los reos? ¿qué, instruido en ese voluminoso proceso
atropelladamente y en brevísimos días? Mis palabras serán de necesidad
desmayadas; mis reflexiones y argumentos menos poderosos que lo mucho que
habrá meditado V. A. con su profunda sabiduría; y mis votos en nombre de
la ley, acordándole como abogado suyosus sagrados decretos, inferiores en
mucho a los votos de todos los buenos, y al zelo santo que veo
resplandecer en el semblante, y siento arder en el pecho nobilísimo y
justo de V. A. Pero en medio de esto me aliento y me consuelo con que si
el fin del orador, y mucho más de un magistrado, debe ser siempre increpar
y perseguir el vicio, defender la virtud y celebrarla, persuadiendo y
moviendo aaborrecer el uno, y amar y practicar la otra, no es arduo ni
difícil ser elocuente en este caso, ni habrá uno solo de cuantos me oyen,
o han tenido noticia de tan negra maldad, que no una en este punto sus
fervientes voces con las mías, y le interpele en nombre del honor, de la
inocencia, de la humanidad, de su seguridad misma, para que dé en este día
un ejemplar memorable de su justísimaseveridad, y con él asegure el lecho
conyugal y las costumbres públicas, vacilante y conculcadas, vengando en
su nombre con la sangre de sus implicables asesinos la sangre derramada
del malogrado don Francisco Castillo.
Casado éste desde el año de 1788 con doña María Vicenta de F., debía
esperará su lado el dulce reposo, el contento, la felicidad a que le
hacían acreedor su mérito y distinguidas prendas, yuna abundancia de
bienes de fortuna poco común. El deseo de otros más sólidos y más
verdaderos le había sin duda llevado al matrimonio, mirando en él su
espíritu ilustrado, con una aplicación laudable y sus continuos y útiles
viages, una perspectiva de bien y de purísimas delicias, que ansiaba su
noble corazón, nacido para la amistad y las más honestas afecciones, y que
hubiera cierto gozado...
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