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Páginas: 22 (5293 palabras) Publicado: 24 de octubre de 2015
Mi hermana Antonia
Ramón Mª del Valle-Inclán

I
¡Santiago de Galicia ha sido uno de los santuarios del
mundo, y las almas todavía guardan allí los ojos atentos
para el milagro!...
II
Una tarde, mi hermana Antonia me tomó de la mano para
llevarme a la catedral. Antonia tenía muchos años más que
yo. Era alta y pálida, con los ojos negros y la sonrisa un
poco triste. Murió siendo yo niño. ¡Perocómo recuerdo su
voz y su sonrisa y el hielo de su mano cuando me llevaba
por las tardes a la catedral!... Sobre todo, recuerdo sus ojos
y la llama luminosa y trágica con que miraban a un
estudiante que paseaba en el atrio, embozado en una capa
azul. Aquel estudiante a mí me daba miedo. Era alto y
cenceño, con cara de muerto y ojos de tigre, uns ojos
terribles bajo e1 entrecejo fino y duro. Para quefuese
mayor su semejanza con los muertos, al andar le crujían los
huesos de la rodilla. Mi madre le odiaba, y por no verle,
tenía cerradas las ventanas de nuestra casa, que dabann al
Atrio de las Platerías. Aquella tarde recuerdo que paseaba,
como todas las tardes, embozado en su capa azul. Nos
alcanzó en la puerta de la catedral, y sacando por debajo del
embozo su mano de esqueleto, tomó aguabendita y se la
ofreció a mi hermana, que temblaba. Antonia le dirigió una
mirada de súplica, y él murmuró con una sonrisa:
-¡Estoy desesperado!
III

Entramos en una capilla, donde algunas viejas rezaban
las Cruces. Es una capilla grande y oscura, con su tarima
llena de ruidos bajo la bóveda románica. Cuando yo era
niño, aquella capilla tenía para mí una sensación de paz
campesina. Me daba un goce desombra como la copa de un
viejo castaño, cómo las parras delante de algunas puertas,
como una cueva de ermitaño en el monte. Por las tardes
siempre había corro de viejas rezando las Cruces. Las
voces, fundidas en un murmullo de fervor, abríanse bajo las
bóvedas y parecían iluminar las rosas de la vidriera como el
sol poniente. Sentíase un vuelo de oraciones glorioso y
gangoso, y un sordoarrastrarse sobre la tarima, y una
campanilla de plata agitada por el niño acólito, mientras
levanta su vela encendida, sobre el hombro del capellán,
que deletrea en su breviario la Pasión. ¡Oh, Capilla de la
Corticela, cuándo esta alma mía, tan vieja y tan cansada,
volverá a sumergirse en tu sombra balsámica!
IV
Lloviznaba, anochecido, cuando atravesábamos el atrio
de la catedral para volver a casa. Enel zaguán, como era
grande y oscuro, mi hermana debió de tener miedo, porque
corría al subir las escaleras, sin soltarme la mano. Al entrar
vimos a nuestra madre que cruzaba la antesala y se
desvanecía por una puerta. Yo, sin saber por qué, lleno dé
curiosidad y de temor, levanté los ojos mirando a mi
hermana, y ella, sin decir nada, se inclinó y me besó. En
medio de una gran ignorancia de la vida,adiviné el secreto
de mi hermana Antonia. Lo sentí pesar sobre mí cono
pecado mortal, al cruzar aquella antesala donde ahumaba un
quinqué de petróleo que tenía el tubo roto. La llama hacía

dos cuernos, y me recordaba al Diablo. Por la moche,
acostado y a oscuras, esta semejanza se agrandó dentro de
mí sin dejarme dormir, y volvió a turbarme otras muchas
noches.
V
Siguieron algunas tardes delluvia. El estudiante paseaba
en el atrio de la catedral durante los escampos, pero mi
hermana no salía para rezar las Cruces. Yo, algunas veces,
mientras estudiaba mi lección en la sala llena con el aroma
de las rosas marchitas, entornaba una ventana para verle.
Paseaba solo, con una sonrisa crispada, y al anochecer su
aspecto de muerto era tal, que daba miedo. Yo me retiraba
temblando de laventana, pero seguía viéndole, sin poder
aprenderme la lección. En la sala grande, cerrada y sonora,
sentía su andar con crujir de canillas y choquezuelas...
Maullaba el gato tras de la puerta, y me parecía que
conformaba su maullido sobre el nombre del estudiante:
¡Máximo Bretal!
VI
Bretal es un caserío en la montaña, cerca de Santiago.
Los viejos llevan allí montera picuda y sayo de estameña,
las...
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