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GERARDO ÁVALOS TENORIO
E
s imposible que un libro sea el resultado sólo de un esfuerzo individual. Aun la obra más reconocidamente
nominal, aquella que lleva impreso el nombre de quien
la concibió y la escribe, queda en deuda con todos los que, de
diversas maneras, hicieron posible que tuviera el tiempo y los
nutrientes intelectuales, la inspiración y el genio, para dar forma alas ideas y exponerlas indeleblemente. El talento individual, claro está, cumple su parte, pues sin un actor personal
que articule los pensamientos y las circunstancias diversas de
una época, y que se atreva a la responsabilidad de lo escrito,
la confección de un libr
o sería, obviamente, quimérica.
Este libro es explícitamente colectivo de muchas maneras.
Se originó temprana y sorprendentemente alcalor de las discusiones sobre los cambios sociales y políticos que ha traído
consigo el proceso conocido habitualmente como “globalización”, discusiones que tuvieron como espacio el área de
investigación “Procesos de dominación” del Departamento
de Relaciones Sociales de la UniversidadAutónoma Metropolitana-Xochimilco. Ahí y entonces, nos dimos cuenta de la gran
disparidad de nociones en el nivelde los rudimentos conceptuales y metodológicos con los que acometíamos la interpretación de los hechos del presente. Nuestras categorías y conceptos referidos a la sociedad, la política, el Estado y los regímenes
políticos, estaban tan distanciados unos de otros que el resultado prima facie no era sólo un saludable desacuerdo sino tam-
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bién una incómoda incomprensión de la vozdel otro. Se dirá
que esto no es nada extraño sino que se trata del signo distintivo de las ciencias sociales. En cierto sentido esto es correcto.
Sin embargo, aun admitiendo la multiplicidad de perspectivas e interpretaciones con las que es posible emprender la comprensión de los fenómenos sociales y políticos, deben existir
denominadores comunes elementales, so pena de hacer imposible todacomunicación y, en consecuencia, cualquier tentativa de conocimiento. Recuperamos entonces una de las lecciones del viejo Epicuro cuando sugería, en condiciones de
desacomodo moral e intelectual, y de desarmonía social y política, restituir el sentido original de las palabras. Empero, no
se trataba sólo ni básicamente de un esfuerzo filológico sino,
sobre todo, de una honesta, abierta y riesgosapuesta a prueba
de los fundamentos conceptuales de cada cual, confrontados
con los del otro pero también con los de quienes, en distintas
épocas y desde variados horizontes vitales, discurrieron en
torno de estos mismos temas.
Simultáneamente, nos percatamos de que en otras latitudes existía una suerte de renacimiento de estudios recientes
dirigidos a poner en claro, nuevamente, las nociones teóricaselementales del pensamiento acerca de la sociedad, la política,
el Estado y los regímenes políticos. Resultaba evidente, entonces, que nuestras preocupaciones eran semejantes a las de
muchos otros, y que la razón no radicaba solamente en una
crisis de paradigmas o en el éxito del desafío posmoderno a la
metafísica clásica de Occidente, sino en que nuestro modelo
de civilización estaba sufriendo uncambio profundo que alcanzaba prácticamente a todo el planeta, y que ello se traducía
en un renovado interés por los conceptos políticos más elementales. Por más que se democratizaran los estados que otrora poseían formas autocráticas, parecía que estaban operando
fuerzas ineluctables más allá del control y la voluntad de los
pueblos. Parecía que las nuevas democracias no eran sino sistemas delegitimación de decisiones que afectaban radicalmente
la vida de las personas pero que no eran tomadas por los pueblos mismos. De hecho, parecía que el Estado-nación, como
espacio político típico de la época moderna, entraba en un pro-
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ceso de resignificación, toda vez que sus dos sustentos, a saber, la soberanía nacional y la soberanía popular, estaban fuertemente cuestionados....
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