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Páginas: 273 (68230 palabras)
Publicado: 30 de octubre de 2015
El 19 de Marzo y el 2 de Mayo
-IEn Marzo de 1808, y cuando habían transcurrido
cuatro meses desde que empecé a trabajar en el
oficio de cajista, ya componía con mediana destreza,
y ganaba tres reales por ciento de líneas en la imprenta
del Diario de Madrid. No me parecía muy
bien aplicada mi laboriosidad, ni de gran porvenir la
carrera tipográfica; pues aunque toda ellaestriba en
el manejo de las letras, más tiene de embrutecedora
que de instructiva. Así es, que sin dejar el trabajo ni
aflojar mi persistente aplicación, buscaba con el
pensamiento horizontes más lejanos y esfera más
honrosa que aquella de nuestra limitada, oscura y
sofocante imprenta.
Mi vida al principio era tan triste y tan uniforme
como aquel oficio, que en sus rudimentos
esclaviza la inteligenciasin entretenerla; pero cuando
había adquirido alguna práctica en tan fastidiosa
manipulación, mi espíritu aprendió a quedarse libre,
mientras [6] las veinte y cinco letras, escapándose
por entre mis dedos, pasaban de la caja al molde.
Bastábame, pues, aquella libertad para soportar con
paciencia la esclavitud del sótano en que trabajábamos,
el fastidio de la composición, y las impertinencias
denuestro regente, un negro y tiznado cíclope,
más propio de una herrería que de una imprenta.
Necesito explicarme mejor. Yo pensaba en la
huérfana Inés, y todos los organismos de mi vida
espiritual describían sus amplias órbitas alrededor
de la imagen de mi discreta amiga, como los mundos
subalternos que voltean sin cesar en torno del
astro que es base del sistema. Cuando mis compañeros
de trabajohablaban de sus amores o de sus trapicheos,
yo, necesitando comunicarme con alguien,
les contaba todo sin hacerme de rogar, diciéndoles:
-Mi amiga está en Aranjuez con su reverendo
tío, el padre D. Celestino Santos del Malvar, uno de
los mejores latinos que ha echado Dios al mundo.
La infeliz Inés es huérfana y pobre; pero no por eso
dejará de ser mi mujer, con la ayuda de Dios, que
hace grandesa los pequeños. Tiene diez y seis años,
es decir, uno menos que yo, y es tan linda, que avergüenza
con su carita a todas las rosas del Real Sitio.
Pero, díganme Vds., señores, ¿qué vale su hermosura
comparada con su talento? Inés es un asombro, es
un portento; Inés vale más que todos los sabios, sin
que nadie la haya enseñado nada: todo lo saca de [7]
su cabeza, y todo lo aprendió hace cientos demiles
de años.
Cuando no me ocupaba en estas alabanzas,
departía mentalmente con ella. En tanto las letras
pasaban por mi mano, trocándose de brutal y muda
materia en elocuente lenguaje escrito. ¡Cuánta animación
en aquella masa caótica! En la caja, cada
signo parecía representar los elementos de la creación,
arrojados aquí y allí, antes de empezar la grande
obra. Poníalos yo en movimiento, y deaquellos
pedazos de plomo surgían sílabas, voces, ideas, juicios,
frases, oraciones, períodos, párrafos, capítulos,
discursos, la palabra humana en toda su majestad; y
después, cuando el molde había hecho su papel mecánico,
mis dedos lo descomponían, distribuyendo
las letras: cada cual se iba a su casilla, como los
simples que el químico guarda después de separados;
los caracteres perdían susentido, es decir, su
alma, y tornando a ser plomo puro, caían mudos e
insignificantes en la caja.
¡Aquellos pensamientos y este mecanismo todas
las horas, todos los días, semana tras semana,
mes tras mes! Verdad es que las alegrías, el inefable
gozo de los domingos compensaban todas las tristezas
y angustiosas cavilaciones de los demás días.
¡Ah!, permitid a mi ancianidad que se extasíe con
talesrecuerdos; permitid a esta negra nube que se
alboroce y se ilumine traspasada por un rayo de sol.
[8] Los sábados eran para mí de una belleza incomparable:
su luz me parecía más clara, su ambiente
más puro; y en tanto ¿quién podía dudar que los
rostros de las gentes eran más alegres, y el aspecto
de la ciudad más alegre también?
Pero la alegría no estaba sino en el alma. El
sábado es el precursor del...
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