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Páginas: 92 (22780 palabras)
Publicado: 16 de febrero de 2016
Azorín
Índice
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La ruta de Don Quijote
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o
•
o
Dedicatoria
I
La partida
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o
II
En marcha
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o
III
Psicología de Argamasilla
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o
IV
El ambiente de Argamasilla
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o
V
Los Académicos de Argamasilla
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o
VI
Siluetas de Argamasilla
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o
VII
La primera salida
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o
VIII
La Venta de Puerto Lápiche
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o
IX
Camino de Ruidera
•
o
X
La Cueva de Montesinos
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o
XI
Losmolinos de viento
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o
XII
Los Sanchos de Criptana
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o
XIII
En el Toboso
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o
XIV
Los miguelistas del Toboso
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o
XV
La exaltación española
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o
Pequeña guía para los extranjeros que nos visiten con motivo del
centenario
The time they lose in Spain
La ruta de Don Quijote
Azorín
Dedicatoria
Al gran hidalgo don Silverio, residente en la noble, vieja, desmoronada y muy
gloriosa villa delToboso; poeta; autor de un soneto a Dulcinea; autor también de una
sátira terrible contra los frailes; propietario de una colmena con una ventanita por la
que se ve trabajar a las abejas.
AZORÍN.
I
La partida
Yo me acerco a la puerta y grito:
-¡ Doña Isabel! ¡Doña Isabel!
Luego vuelvo a entrar en la estancia y me siento con un gesto de cansancio, de
tristeza y de resignación. La vida, ¿es unarepetición monótona, inexorable, de las
mismas cosas con distintas apariencias? Yo estoy en mi cuarto; el cuarto es diminuto;
tiene tres o cuatro pasos en cuadro; hay en él una mesa pequeña, un lavabo, una
cómoda, una cama. Yo estoy sentado junto a un ancho balcón que da a un patio; el patio
es blanco, limpio, silencioso. Y una luz suave, sedante, cae a través de unos tenues
visillos y baña lasblancas cuartillas que destacan sobre la mesa. Yo vuelvo a acercarme
a la puerta y torno a gritar:
-¡Doña Isabel! ¡Doña Isabel!
Y después me siento otra vez con el mismo gesto de cansancio, de tristeza y de
resignación. Las cuartillas esperan inmaculadas los trazos de la pluma; en medio de la
estancia, abierta, destaca una maleta. ¿Dónde iré yo, una vez más, como siempre, sin
remedio ninguno, con mimaleta y mis cuartillas? Y oigo en el largo corredor unos
pasos lentos, suaves. Y en la puerta aparece una anciana vestida de negro, limpia,
pálida.
-Buenos días, Azorín.
-Buenos días, doña Isabel.
Y nos quedamos un momento en silencio. Yo no pienso en nada; yo tengo una
profunda melancolía. La anciana mira inmóvil, desde la puerta, la maleta que aparece en
el centro del cuarto.
-¿Se marcha usted,Azorín?
Yo le contesto:
-Me marcho, doña Isabel.
Ella replica:
-¿Dónde se va usted, Azorín? Yo le contesto:
-No lo sé, doña Isabel.
Y transcurre otro breve momento de un silencio denso, profundo. Y la anciana, que
ha permanecido con la cabeza un poco baja, la mueve con un ligero movimiento, como
quien acaba de comprender, y dice:
-¿Se irá usted a los pueblos, Azorín?
-Sí, sí, doña Isabel -le digoyo-; no tengo más remedio que marcharme a los pueblos.
Los pueblos son las ciudades y las pequeñas villas de La Mancha y de las estepas
castellanas que yo amo; doña Isabel ya me conoce; sus miradas han ido a posarse en los
libros y cuartillas que están sobre la mesa. Luego me ha dicho:
-Yo creo, Azorín, que esos libros y esos papeles que usted escribe le están a usted
matando. Muchas veces -añadesonriendo- he tenido la tentación de quemarlos todos
durante alguno de sus viajes.
Yo he sonreído también.
-¡Jesús, doña Isabel! -he exclamado fingiendo un espanto cómico-. ¡Usted no quiere
creer que yo tengo que realizar una misión sobre la tierra!
-¡Todo sea por Dios! -ha replicado ella, que no comprende nada de esta misión.
Y yo, entristecido, resignado con esta inquieta pluma que he de moverperdurablemente y con estas cuartillas que he de llenar hasta el fin de mis días, he
contestado:
-Sí, todo sea por Dios, doña Isabel.
Después ella junta sus manos con un ademán doloroso, arquea las cejas y suspira:
-¡Ay, Señor!
Y ya este suspiro que yo he oído tantas veces, tantas veces en los viejos pueblos, en
los caserones vetustos, a estas buenas ancianas vestidas de negro; ya este suspiro...
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