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Páginas: 37 (9230 palabras) Publicado: 2 de mayo de 2015
Joseph Conrad

Una avanzada del progreso

1

Dos blancos eran los encargados de la factoría:
Kayerts, el jefe, bajo y gordo; Carlier,
el ayudante, alto, cabezudo y con el corpachón
encaramado en un par de piernas largas
y delgadas. El tercer empleado era un negro
de Sierra Leona que se empeñaba en que le
llamasen Henry Price. Sin embargo, los naturales
de río abajo, no sabemos por qué razón,
lehabían puesto el nombre de Makola, del
que no podía desprenderse en todas sus andanzas
por el país. Hablaba inglés y francés
con acentos cantarines, escribía con buena
letra, sabía llevar los libros y abrigaba en lo
más profundo del corazón el culto de los espíritus
malos. Su mujer era una negra de
Loanda muy gordinflona y parlan–china; tres
chiquillos correteaban al sol ante la puerta de
suvivienda, baja y con aspecto de choza.
Makola, taciturno € impenetrable, despreciaba
a los dos blancos. Tenía a su cargo un
almacén pequeño con paredes de tierra y
techo de hierba seca, y se jactaba de llevar
con exactitud la cuenta de los abalorios, tela
de algodón, pañuelos rojos y otras mercancías
allí guardadas. Junto al almacén y a la
cabaña de Makola estaba el único edificio

grande de losterrenos desmontados para la
factoría. Era de canas; una veranda corría por
sus cuatro costados. Tres habitaciones tenía
la casa. Una sala en el centro, con dos mesas
toscas y unas cuantas banquetas. Las otras
dos servían de dormitorios a los blancos, cada
cual con su cama y un mosquitero por
todo moblaje. En el piso de madera amontonábanse
los objetos de su pertenencia: cajas
abiertas, semivacías, ropade uso destrozada,
botas viejas; todo lo sucio y lo roto que se
acumula misteriosamente en derredor de los
hombres desaliñados. Otra morada había,
además, a cierta distancia de los edificios. En
ella dormía, bajo una alta cruz muy desviada
de la vertical, el hombre que vio empezar
todo aquello, el que trazó y vigiló el surgimiento
de aquella avanzada de progreso. Fue
en su tierra pintor sinfortuna que, cansado
de perseguir la gloria con el estómago vacío,
se trasladó allí gracias a valiosas protecciones.
Fue el primer jefe de aquella factoría.
Makola vio morir de fiebre al enérgico artista
en la casa recién levantada, con aquella indiferencia
suya de "ya os lo decía yo". Luego
vivió solo durante algún tiempo, con su familia,
con sus libros de cuentas y con el Espíritu
Malo que rige lastierras asentadas debajo del
Ecuador. Se llevaba muy bien con su dios.
Quizá se le volvió propicio mediante la promesa
de más blancos con los que podría jugar
en seguida. Sea como fuere, el director
de la Gran Compañía Mercantil, que llegó en
un vapor semejante a una enorme lata de
sardinas con un cobertizo de techo plano en
el centro, encontró la factoría en buen orden
y a Makola con suacostumbrada tranquila
diligencia. El director plantó la cruz sobre la
tumba del primer agente y nombró a Kayerts
en su lugar, designando para segundo a Carlier.
Era el director hombre duro y activo, que
a veces, aunque de modo imperceptible, condescendía
con el mal humor. Dirigió a Kayerts
y Carlier un discurso, señalándoles el aspecto
floreciente de su factoría. La próxima distaba
unas trescientas millas.Se les presentaba
una ocasión excepcional para distinguirse y
ganar un buen tanto por ciento. Aquel destino
era un favor hecho a principiantes. A Kayerts
casi se le saltaron las lágrimas ante la amabilidad
de su director. Dijo que haría cuanto
estuviese en su mano para justificar la confianza
halagadora, etc., etc. Kayerts había
sido telegrafista y no le costaba trabajo expresarse
correctamente.Carlier, ex oficial de
caballería supernumerario en un ejército garantizado
contra todo daño, por varias potencias

europeas, se impresionó menos. Si había
comisiones que cobrar, tanto mejor; y
echando una mirada arisca al río, a la selva, a
la impenetrable vegetación que parecía separar
a la factoría del resto del mundo, murmuró
entre dientes: "Eso pronto se verá".
Al otro día, después de...
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