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Notas para un mapa
de voces en Plata quemada
Josué Gutiérrez González
I. Introducción

C

omo lectores sabemos que gran parte de la atracción que los libros
ejercen sobre nosotros proviene de su fuerza ilusoria o imaginativa, es decir, de su capacidad para generar universos alternativos susceptibles de ser explorados a través de la lectura. Quien se
acerca al discurso narrativo literario (desdecualquier manifestación,
hasta la menos compleja) reconoce y atribuye un valor primario a la construcción de un modelo de realidad. De esta manera, la posibilidad de
acceder a la interpretación y establecer correlaciones con la realidad
externa al texto (completar o actualizar la lectura) estará condicionada
por la “seducción” que el universo narrativo particular establecido por la
obra produzca enel lector.
Sin embargo, es fácil entender que la distancia entre estas dos realidades, la textual y la extratextual, aunque tenue, permanece indisoluble;
de forma tal que no se puede abordar la primera desde el estricto sentido
común o con las expectativas referenciales de la segunda, puesto que:
El mundo cotidiano expresado por la lengua es negado (en el sentido de la dialéctica
hegeliana) alser “tomado” por el discurso literario para postular, gracias al trabajo que
con ese material realiza, un mundo posible distinto, que abre nuevas posibilidades de
significación y entendimiento ontológico de nuestro mundo y nuestra condición
humana.1

De ahí que, si bien el universo ficcional permite una comprensión y acercamiento con la realidad externa, aquél se mantiene restringido a la fronterade lo textual o, en un sentido más exacto, a la de lo literario.
No es de extrañar pues, que, consciente de la importancia capital que
para el hecho narrativo tiene la fabricación de un mundo alterno-posible

1 Prada,

Renato, Literatura y realidad, p. 40.

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y de lo impensable que resulta homologar ambas realidades, los caminos
de la literatura moderna se dirijan con especial ahínco adesdibujar la
línea que separa lo textual de lo real, siempre con el guiño de saber que
no se trata sino de una ilusión. Así lo confirma la cada vez más lejana
propuesta de Cervantes para un “biógrafo” que ufano transita lo mismo
por las páginas de un texto casi olvidado que por las rutas de la provincia
manchega, o las ambiciones de la novela documental contemporánea que
pone al servicio de la ficciónlos intersticios del reportaje, sólo para
desempolvar la vieja certeza de que tanto el discurso periodístico como el
histórico incurren en una interpretación (representación) del mundo, parcial e insuficiente como todas las que se han intentado.
II. Plata quemada: el planteamiento de una falsa referencialidad
La obra de Ricardo Piglia (Buenos Aires, 1940), Plata quemada (1998), a
partir de unambicioso intento por elaborar un cruce en el que se encuentran la crónica policial y la novela negra, levanta el telón para un nuevo
enfrentamiento entre el texto novelesco y la realidad externa. A través de
un epílogo susceptible de múltiples controversias, Piglia abre las posibilidades de un supuesto acercamiento referencial a su libro cuando afirma,
en la primera parte de esa nota final, que “estanovela cuenta una historia real”,2 desatando con ello un cúmulo de contradicciones y espejismos.
Sin embargo, la trayectoria del autor y la construcción misma de Plata
quemada nos da la certeza de que Piglia ha reflexionado profundamente
tales palabras y que apuntan directamente a un juego (bastante serio)
con los fundamentos de la creación literaria.
Es ampliamente conocida la preocupación delescritor argentino por
los mecanismos que se movilizan al momento de contar una historia; su
Tesis sobre el cuento (1987) constituye una simple muestra de lo acertado
y revelador que resultan sus reflexiones. En esta obra pone en claro uno
de los aspectos básicos que rigen su narración y que ha reconocido en el
relato de los grandes maestros: la idea de que “un cuento siempre cuenta
dos historias”....