(1976) El Tapiz De Malacia - Medegeo

Páginas: 454 (113334 palabras) Publicado: 26 de septiembre de 2012
EL TAPIZ DE MALACIA
(The Malacia Tapestry, 1976)

Brian W. Aldiss


ÍNDICE
Dedicatoria y citas 3

Libro Uno
Saltimbanquis en un paisaje urbano 4
Un globo sobre el Bucintoro 41

Libro Dos
Un festín inmerecido 64
Mujer con mandolina a la luz del sol 79
El horóscopo de un joven soldado 91
La cacería de ancestros 114

Libro Tres
Interior de un castillo con penitentes 141
Copas deboda y huéspedes desnudos 156
Para Margaret




el tiempo bajo un amanecer
de cristal, y nubes de polen
que cruzan el océano verde


tú eres mi sueño
verde sueño de existenciafrágil pero perdurable




Fácil es cantar a los antiguos dioses
en los días de tu juventud,
cuando amor y confianza no parecen reñidos;
pero yo sé que hay dioses detrás de los dioses,dioses que es mejor no cantar.

K. G. St Chentero
(XVI Mil.)
Libro Uno

Saltimbanquis en un paisaje urbano

EL HUMO ENTRABA POR MI VENTANA Y OSCURECÍA LA LUZ.
Había algo nuevo en los aromas habituales de La Estrella. Entre los olores de la madera redencortada, las especias, las cocinas, los desagües y el incienso de Ronco, el brujo de la esquina, flotaba la fragancia del humo de madera. Tal vez el vendedor había quemado otra vez la carga de aserrín.
Fui hasta la ventana y miré la calle, que estaba más atestada que de costumbre a esa hora del día. Los gongofermos y los carros habían desaparecido, pero en la calle de los Tallistas la gente iba yvenía empujándose: mozos de cordel, mendigos y holgazanes en general. Hacían lo posible ya hiera por impedir o por favorecer el avance de seis corpulentos orientales, todos tocados con turbantes, todos acompañados de muchachos esbeltos como lagartijas, que los cubrían con baldaquines, tanto con el propósito de darles un toque de distinción como de hacerles sombra, ya que el sol del verano tenía aúnpoca r fuerza.
El humo se elevaba de los desperdicios de un mercader de cenizas, que estaba quemando las basuras de la calle. Luego de una buena narigada, retiré la cabeza.
Los orientales habían desembarcado sin duda de un trirreme que acababa de llegar. Desde mi ático, por entre los tejados, podían verse las velas plegadas a lo largo del Satsuma, a sólo un par de callejones de distancia.Me puse los botines azules de cuero auténtico de marjasaco; los negros estaban custodiados, y lo más probable era que siguieran así durante un tiempo. Después salí a saludar el día.
Mientras bajaba la chirriante escalera, me encontré con mi amigo De Lambant que subía a verme, con la cabeza baja como si fuera contando los escalones. Nos saludamos.
–¿Has comido, Perian?
–Vaya, si durantehoras no he hecho otra cosa –respondí mientras descendíamos–. Me di un verdadero banquete en Truna, y el pastel de pichones no fue el único atractivo.
–¿Has comido, Perian?
–Hoy no, si te niegas a creer lo del pastel de pichones. ¿Y tú?
–Encontré un bollo que estaba ocioso en la bandeja de un panadero, mientras venía hacia aquí.
–Ha entrado un barco. ¿Le echamos un vistazo mientras vamosa casa de Kemperer?
–Si crees que vale la pena. Hoy el horóscopo no me favorece. Anuncia mujeres, aunque al parecer todavía no. Saturno se muestra difícil, y las entrañas están todas contra mí.
–Mis apuros son tantos que ni siquiera le pediré a Ronco que bendiga mi amuleto.
–Es maravilloso no tener problemas de dinero.
Seguimos caminando, de buen humor. Pensé que el jubón de mi...
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