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Páginas: 605 (151137 palabras) Publicado: 24 de septiembre de 2015
A las voces de Aomame —la enigmática instructora de gimnasia y asesina— y de Tengo —el
profesor de matemáticas y escritor—, se suma, en este tercer libro de la novela 1Q84, la de
un nuevo personaje, un detective llamado Ushikawa. Su última misión, encargada por
Vanguardia, el misterioso culto religioso, consistió en comprobar si Aomame era digna de
confianza para trabajar para el líder. Ushikawadío el visto bueno a la joven, pero ésta los
traicionó a todos, cometió un nuevo asesinato y luego desapareció. Si el detective no logra
encontrarla, la venganza de la secta se abatirá sobre él. Entretanto, Aomame y Tengo, cada
uno a su modo, siguen deseándose en la ausencia, buscándose —en el más puro estilo de
Murakami— casi sin moverse de su sitio, aislados, quizás a punto de experimentar ungiro
radical en sus vidas y esperando un reencuentro que los redima… en el mundo de 1984, o en
el de 1Q84, ese fantasmagórico universo con dos lunas.

Haruki Murakami

1Q84
Libro 3
ePUB v1.5
Mística 18.07.12

Título original: 1Q84 (vol.3)
Haruki Murakami, 2010.
Traducción: Gabriel Álvarez Martínez
Editor original: Mística (v1.0 a v1.3)
Corrección de erratas: othon_ot, Preferido, Semitono, fulano,Ret
ePub base v2.0

Tercer Libro
Octubre - Diciembre

1
USHIKAWA
Patadas en un rincón lejano de la conciencia

—¿Le importaría no fumar, señor Ushikawa? —dijo el hombre de baja estatura.
Durante unos instantes, Ushikawa observó el rostro de su interlocutor, sentado al otro lado del
escritorio, y luego miró el cigarrillo Seven Stars que sus propios dedos sujetaban. No estaba encendido.
—Losiento —añadió cortésmente el hombre.
Ushikawa adoptó un gesto de perplejidad y se preguntó qué hacía aquello en sus manos. Dijo:
—¡Ah! Disculpe, no debería haberlo sacado. No voy a encenderlo. Mis manos se han movido a su
antojo, sin yo darme cuenta.
El hombre subió y bajó el mentón sólo un centímetro, sin que su mirada se desviara ni un ápice. Toda
su atención estaba puesta en los ojos de Ushikawa.Éste devolvió el cigarrillo a la cajetilla y la guardó en
un cajón del escritorio.
El hombre alto, con el pelo recogido en una coleta, estaba de pie, en la entrada, rozando apenas el
marco de la puerta y mirando a Ushikawa como quien contempla una simple mancha en la pared. «¡Qué
tipos tan siniestros!», pensó Ushikawa. Pese a que era la tercera vez que se reunía con ellos, siempre le
producían lamisma intranquilidad.
El hombre bajo y de cabeza rapada, sentado frente al escritorio del exiguo despacho de Ushikawa,
era el que hablaba. El de la coleta guardaba un profundo silencio. Sólo miraba a Ushikawa a la cara,
completamente inmóvil, como los komainu[1] colocados a la entrada de los santuarios sintoístas.
—Han pasado tres semanas —dijo el de la cabeza rapada.
Ushikawa cogió un calendario demesa y comprobó algo que había anotado en él.
—En efecto. Han pasado exactamente tres semanas desde la última vez que nos vimos.
—Y desde entonces no hemos tenido noticias de usted. Como le dije la vez anterior, la situación es
apremiante. No hay tiempo que perder, señor Ushikawa.
—Lo sé —contestó Ushikawa, que, a falta de cigarrillo, daba vueltas a un mechero plateado entre los
dedos—. Nopodemos entretenernos. Soy consciente de ello.
El rapado esperó a que Ushikawa continuara.
—Pero no quiero soltarles información a trompicones. Un poco por allí, otro poco por allá…
Prefiero obtener primero una imagen de conjunto, conectar entre sí las piezas y alcanzar un punto desde el
que vea el trasfondo de las cosas. Una información a medio cocer ocasionaría problemas innecesarios.
Quizá le parezcacaprichoso, pero es mi método de trabajo, señor Onda.
Onda, el de la cabeza rapada, lo observaba con frialdad. Ushikawa sabía que no le caía bien a ese
hombre, pero no le importaba. Que él recordara, nunca había caído bien a nadie. Para él era moneda
corriente, por así decirlo. Nunca había agradado a sus padres, y tampoco a sus hermanos, a sus
profesores ni a sus compañeros. Ni siquiera a su...
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