20 gramos de arsenico
Carlos Maza Gómez
© Carlos Maza Gómez, 2012
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Índice
La confesión …………………………………………..
Ramón Santos ………………………………………...
Mª Ángeles Mancisidor ………………………………
Los elementos del drama ……………………………..
La muerte de Dionisio ………………………………..
La nueva explicación …………………………………
De cara al juicio ………………………………………
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La confesiónEra la media tarde del 16 de diciembre de 1916.
Sábado. El fin de semana había borracheras, agresiones,
alguna reyerta, un marido que daba una paliza a su mujer. En
suma, casos habituales que no merecían apenas la atención de
los reporteros. Así se llamaban entonces a sí mismos los
periodistas de ahora, siempre en busca de alguna noticia
relevante que llevar a sus redacciones antes de cerrar eldía.
Fue entonces cuando llegó un hombre hasta la
Dirección de Seguridad. Era de mediana estatura, aspecto
distinguido, vestía bien, no parecía un cualquiera. Los
reporteros se inquietaron ¿quién era el que, tras entrar por la
puerta, se había dirigido a uno de los guardias? Parecía
nervioso. Alguien comentó que vendría a interponer una
denuncia por robo o cualquiera sabe qué. Pero los oídos yaestaban alerta.
Preguntaron al guardia. ¿Qué quería ese señor? Él se
encogería de hombros: No sé, ha preguntado por el comisario
jefe, creo que le va a recibir de inmediato. Algo traerá pero
no sé decirles, señores, hagan el favor que no se puede pasar.
Sabían que, desde hacía poco, había instrucciones precisas
para que la prensa no entrara en determinadas zonas de la
Dirección de Seguridad, enparticular la Brigada de
Investigación Criminal donde se situaba el despacho del
comisario, el Sr. Fernández Luna.
Aquel hombre había sido recibido, efectivamente. Los
reporteros prestaron atención. La tarde avanzaba y no había
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apenas nada que reseñar. Cualquier motivo para volver a la
redacción con algo en la cartera sería bienvenido.
Al cabo de unos minutos asomó a la puerta de su
despacho el mismocomisario. Habló con los guardias que allí
había. Pareció darles órdenes porque enseguida se pusieron
en marcha saliendo del edificio. Algún trámite había que
hacer. ¿Tal vez detener a alguien? ¿Ese señor había venido a
denunciar algún delito y se iba en busca del culpable?
Un reportero prestó su fino oído a la conversación en
la puerta. El comisario dijo en voz más alta: “Que nadie me
interrumpapor ningún otro asunto”. La denuncia parecía ser
grave, los reporteros preguntaban sin éxito, discutían
posibilidades, paseaban inquietos atisbando cualquier
novedad.
Al cabo de un rato volvieron los guardias. Les
acompañaba una mujer joven. Vestía también de manera
elegante, aunque con sencillez, se cubría con un abrigo de
terciopelo. A partir de entonces la mujer sería considerada de
ciertabelleza, mucho atractivo, aunque con un punto de
tosquedad en su físico y, sobre todo, en sus ademanes
bruscos. Venía algo convulsa, al borde de las lágrimas,
ahogando un sollozo. Los reporteros estaban excitados, aquí
había una noticia y podía ser una buena para llenar las
páginas del periódico vespertino, desde luego de los
matutinos del domingo.
El posible denunciante había sido trasladadomientras
tanto a otra habitación, de manera que el comisario recibió a
la mujer a solas. Poco después, un guardia trajo del brazo al
hombre para que entrara también. “Un careo” dijo alguien,
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“el señor comisario está confrontando las declaraciones”.
“Yo diría que él la ha denunciado a ella” añadió otro. Todos
coincidieron en que era lo más probable.
Seguían pendientes de la puerta del despacho. Alfin,
ésta se abrió. Varios guardias llevaban al hombre y a la
mujer, escucharon claramente que iban al Juzgado de
Guardia, en la Casa de los Canónigos. Los reporteros se
adelantaron. Querían saber, preguntar. El guardia de mayor
rango los detuvo: “No pueden preguntarles. Van
incomunicados”. De manera que los interesados fueron en
grupo hacia el Juzgado, a la búsqueda de los primeros datos,
que se...
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