3 Capitulo De Pepita Jimenez
EPÍLOGO
CARTAS DE Ml HERMANO
La historia de Pepita y Luisito debiera terminar aquí. Este epílogo está de
sobra; pero el señor Deán lo tenía en el legajo, y ya que no lo publiquemos por
completo, publicaremos parte; daremos una muestra siquiera.
A nadie debe quedar la menor duda en que don Luis y Pepita, enlazados por
un amor irresistible, casi de la misma edad, hermosa ella,él gallardo y agraciado,
y discretos y llenos de bondad los dos, vivieron largos años, gozando de cuanta
felicidad y paz caben en la tierra; pero esto, que para la generalidad de las gentes
es una consecuencia dialéctica bien deducida, se convierte en certidumbre para
quien lee el epílogo.
El epílogo, además, da algunas noticias sobre los personajes secundarios que
en la narraciónaparecen, y cuyo destino puede acaso haber interesado a los
lectores.
Se reduce el epílogo a una colección de cartas, dirigidas por don Pedro de
Vargas a su hermano el señor Deán desde el día de la boda de su hijo hasta
cuatro años después.
Sin poner las fechas, aunque siguiendo el orden cronológico, trasladaremos
aquí pocos y breves fragmentos de dichas cartas, y punto concluido.***
Luis muestra la más viva gratitud a Antoñona, sin cuyos servicios no poseería
a Pepita; pero esta mujer, cómplice de la única falta que él y Pepita han cometido,
y tan íntima en la casa y tan enterada de todo, no podía menos de estorbar. Para
librarse de ella, favoreciéndola, Luis ha logrado que vuelva a reunirse con su
marido, cuyas borracheras diarias no quería ella sufrir. Elhijo del maestro
Cencias ha prometido no volver a emborracharse casi nunca; pero no se ha
atrevido a dar un nunca absoluto y redondo. Fiada, sin embargo, en esta
semipromesa, Antoñona ha consentido en volver bajo el techo conyugal. Una vez
reunidos estos esposos, Luis ha creído eficaz el método homeopático para curar
de raíz al hijo del maestro Cencias, pues habiendo oído afirmar que losconfiteros Juan Valera, Pepita Jiménez 127
aborrecen el dulce, ha inferido que los taberneros deben aborrecer el vino y el
aguardiente, y ha enviado a Antoñona y a su marido a la capital de esta
provincia, donde les ha puesto de su bolsillo una magnífica taberna. Ambos
viven allí contentos, se han proporcionado muchos marchantes y probablemente
se harán ricos. Él se emborracha aúnalgunas veces; pero Antoñona, que es más
forzuda, le suele sacudir para que acabe de corregirse.
***
Currito, deseoso de imitar a su primo, a quien cada día admira más, y
notando y envidiando la felicidad doméstica de Pepita y de Luis, ha buscado
novia a toda prisa, y se ha casado con la hija de un rico labrador de aquí, sana,
frescota, colorada como las amapolas, y que promete adquiriren breve un
volumen y una densidad superiores a los de su suegra doña Casilda.
***
El conde de Genazahar, a los cinco meses de cama, está ya curado de su
herida, y, según dicen, muy enmendado de sus pasadas insolencias. Ha pagado a
Pepita, hace poco, más de la mitad de la deuda, y pide espera para pagar lo
restante.
***
Hemos tenido un disgusto grandísimo, aunque harto lepreveíamos. El padre
Vicario, cediendo al peso de la edad, ha pasado a mejor vida. Pepita ha estado a
la cabecera de su cama hasta el último instante, y le ha cerrado la entreabierta
boca con sus hermosas manos. El padre Vicario ha tenido la muerte de un
bendito siervo de Dios. Más que muerte, parecía tránsito dichoso a más serenas
regiones. Pepita, no obstante, y todos nosotrostambién, le hemos llorado de
veras. No ha dejado más que cinco o seis duros y sus muebles, porque todo lo
repartía de limosna. Con su muerte habrían quedado aquí huérfanos los pobres,
si Pepita no viviese.
*** Juan Valera, Pepita Jiménez 128
Mucho lamentan todos en el lugar la muerte del padre Vicario, y no faltan
personas que le dan por santo verdadero y merecedor de estar en los...
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