3 dias en roma

Tres Días En Roma
Iñaki Santamaría Carbajo

Quisiera dedicar este libro a Estibaliz, por las
aburridas mañanas de trabajo que me ha alegrado
con su simpatía, y con su presencia

Primer día
13/Junio/2006

RA UNA soleada mañana de mediados de junio de
2006. Unas blancas y esponjosas nubes poblaban la
vasta concavidad azul del cielo sobre la ciudad de
Roma. La Ciudad Eternarecibía los primeros rayos del sol sobre
su inmortal efigie, y sus calles se comenzaban a llenar poco a poco
de gente.
Las primeras aglomeraciones de gente se aglutinaban en las
distintas plazas, donde los ciudadanos que ya estaban despiertos a
esas horas tan tempranas, acudían en tropel a comprar los periódicos en los quioscos; para empezar la jornada bien informados.
Este asunto se notaba, enespecial, en la Plaza de España;
donde, debido a la gran cantidad de gente que tenía su puesto de
trabajo en la Villa Borghesse, el quiosco allí ubicado despachaba
con gran rapidez los periódicos que vendía.
El quiosquero, Estachio Colombo, apenas daba a basto para atender a la multitud congregada en su establecimiento. Atendía
a los clientes todo lo rápido que podía, teniendo una fugaz visióndel paso de muchos de ellos, a los que se dedicaba a saludar, entregar el periódico, y cobrar.
Una mano cubierta con un guante negro apareció ante él.
Los ojos verdes del cuarentón vendedor la miraron unos instantes,
y luego elevaron la mirada para ver dos ojos grises mirándole desde
un rostro con expresión bastante seria.

E

—Bon giorno, signore Colombo —saludó el hombre de
los ojosgrises—. Me pone Il Roma cuando pueda, per favore.
Colombo tardó unos instantes en reaccionar. Le dio el periódico, y le cobró.
—Grazie.
El desconocido se giró, y se perdió entre la multitud que le
rodeaba. Los ojos verdes del dueño del quiosco aún andaban dudando sobre si aquello había pasado de verdad, cuando, ante ellos,
apareció el rostro de una chica morena, con el pelo rizado, y ojos
decolor marrón oscuro.
—Buenos días —saludó la joven—. Il Roma, por favor.
Colombo fue a echar mano del noticiero, pero descubrió
que ya no le quedaba ningún ejemplar. Se encogió de hombros, y
se giró de nuevo hacia la chica.
—Lo siento —se disculpó—. Se han acabado ya.
La dama morena se encogió de hombros, y sonrió.
—No pasa nada. Gracias, de todas formas.
Se despidió con gran amabilidad,dio media vuelta, y se alejó de la muchedumbre que aún había allí. Apenas había andado un
par de metros, cuando un hombre salió de entre la marea humana
tras ella.
—Disculpe, señorita.
La chica siguió andando, haciendo oídos sordos a esa voz

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de hombre que sonaba a sus espaldas de forma tan insistente.
—Señorita, por favor. Pare. Es sólo un momento.
Al final, la joven morena se paróa la altura de la Fontana di
Trevi. Se tomó unos segundos para calmarse, y se giró. Frente a
ella vio que se le acercaba corriendo, con sus manos cubiertas por
guantes negros. Miró a su alrededor, haciéndose la despistada.
—¿Es a mí?
El desconocido se detuvo a su altura.
—Perdone. No quiero molestarla. Sólo quería darle esto.
Una de las manos se extendió, sujetando una cartera de colormarrón claro. Los ojos de la chica la miraron unos segundos,
sin saber qué decir.
—He visto cómo se le caía. Sólo quería devolvérsela.
Un poco avergonzada, ella extendió la mano, cogió la cartera, y la guardó.
—Muchas gracias.
Los ojos grises del extraño la miraron unos instantes.
—De nada.
Antes de que pudiera decir algo más se giró, y comenzó a
alejarse. Pero se detuvo a los pocos metros, yregresó.
—Perdone las molestias, pero… ¿Qué periódico iba a

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comprar? En el quiosco, me refiero.
—Il Roma, pero se les había acabado.
El hombre rubio frunció el ceño, y suspiró.
—Me temo que me he llevado yo el último. Lo siento. Tome.
Extendió la mano, y le ofreció el periódico.
—Oh, no. No hace falta. Tranquilo.
—Por favor. Insisto. Me quedaría mejor si lo cogiera. Sé
que es...