3724 Blue Jeans Fragmento
ALGO TAN SENCILLO
COMO TUITEAR TE QUIERO
—Guau.
Aquel lugar es tal como aparecía en las fotos. Elena
intenta no perderse ni un detalle de lo que tiene delante. Cuando cruza la verja de la entrada, observa el imponente edificio principal de tres plantas, repleto de ventanales, algunos con la persiana echada todavía. A la
derecha ve un campo de fútbol sala, con canastas debaloncesto a los lados; y a la izquierda, las pistas de tenis. Son tres, de cemento azul. Supone que detrás se
encuentran la piscina cubierta y el gimnasio. Pero lo
que más le llama la atención es una especie de lago, con
una cascada al fondo, que embellece la imagen de aquella residencia de estudiantes.
—¡Qué morro tienes! ¡Yo también quiero quedarme
aquí! —grita a su lado una chica rubia, con el pelorecogido en una coleta alta.
—A ti todavía te quedan dos años de instituto, Marta
—le comenta su madre mientras arrastra una de las maletas de su hija mayor.
—Seguro que esto está lleno de tíos buenos. No
como en Toledo.
—¡Marta! ¿Desde cuándo piensas en eso?
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—¿Me lo estás diciendo en serio, mamá?
—¡Claro que sí! ¡Hablo muy en serio!
Elena sonríe para sí al escucharlas discutir. No es la
primeravez. Pero su madre no se entera de nada. Si
supiera que la pequeña de la familia ha tenido ya cuatro
o cinco medio novios, se volvería loca. Aunque es normal. Su hermana se ha convertido en una adolescente
preciosa y los tíos llevan varios años persiguiéndola.
Ella, en cambio, ni siquiera ha pensado en chicos todavía. No le interesan. A sus dieciocho años puede presumir de haberse mantenido almargen de cualquier tipo
de relación y no haber tenido ni tentaciones. Quizá es
porque todavía no ha aparecido esa persona que le guste tanto como para preocuparse por el amor. Sus intereses han sido otros: estudiar, prepararse bien en los años
de instituto y su página web.
—¡Pero mira eso! ¡Madre mía! —exclama Marta señalando a dos chicos en pantalón corto que también
van cargados con susequipajes—. Creo que voy a venir
mucho a visitarte.
Los ojos de Elena se dirigen hacia donde su hermana indica. Por una vez, debe darle la razón. Los dos
son bastante llamativos. Uno es alto y moreno; el otro,
un poco más bajo, con el pelo corto castaño y con pinta de atleta. Lleva una camiseta sin mangas y sujeta una
bolsa de mano, aparentemente muy pesada, sin ningún esfuerzo. Ambos entran en el edificioantes que
ellas.
—Cuando regresemos a Toledo, vamos a hablar tú y
yo de esto —le recrimina Pilar a su hija menor.
—¿Otra vez? Venga, mamá, que no soy una niña.
Tengo ya dieciséis años.
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—Eres muy joven todavía. No quieras crecer antes
de tiempo.
—¿Y qué vas a hacer? ¿Encerrarme en casa? —la desafía la chica—. ¿Hay alguna ley que prohíba que salga
con chicos?
Cada vez que hace algo que sus padresno aprueban, Marta recurre a la misma pregunta: «¿Hay alguna
ley que prohíba...?». Y es que, aunque los dos son abogados, no siempre encuentran argumentos para frenar los impulsos de su hija pequeña. Con Elena, en
cambio, no tienen ese problema. Nunca les da dolores
de cabeza. Es muy responsable y piensa las cosas antes
de hacerlas. Además, se sienten muy orgullosos de
que quiera seguir suspasos. Ha elegido Derecho como
carrera y ambos están seguros de que será una gran
jurista.
—¿Vais a continuar con la discusión aquí en medio
o entramos de una vez?
Su madre y su hermana aparcan la disputa momentáneamente y comienzan a subir la escalera de mármol
que conduce a la puerta principal del edificio. Elena
carga con la maleta más pesada y casi no puede con ella.
Cada escalón es unsufrimiento.
—Pero ¿cómo es posible que no haya una rampa
para...? —murmura.
Entonces se da cuenta de que sí existe una rampa
para subir, a su derecha. Había estado tan pendiente
del rifirrafe entre su hermana y su madre y de aquellos
dos chicos que no se había fijado. Maldice su torpeza en
un susurro crispado e intenta volver a bajar los escalones para enmendar su error. Sin embargo, el asa se le
escurre...
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