4 Muros

4 muros para Österreich.

… Y lo último que Österreich recordó fueron esos cuatro muros en su blancura perfecta, sometidos a la irradiación perversa del único reflector incrustado en el techo. No había un solo objeto, ni intersticio alguno en la superficie que pudiera perturbar la rigidez monocroma de aquella cámara purgatoria; sólo cuatro paredes de monotonía rezumante que lo sofocaban cualbicho de laboratorio. Acaso lo habrá sido, en efecto... Pero, ¿cómo es que llegó allí? ¿Quiénes eran sus captores? ¡¿Bajo qué designio funesto habría sido aprisionado?! ¡¿Qué querrían de él, Österreich 1703-M, a quien ningún crimen podía inculpársele?! Todo era absurdo: la camisa de fuerza como único atavío, su amnesia repentina, la noción perdida del tiempo, y esas ganas de cagar…
¿Llevaría yaun mes, un lustro, una eternidad en el encierro involuntario? Imposible saberlo, pues el entorno nunca cambiaba. No se podía saber si era de día o de noche, pues aquella luz insistía en cubrirlo permanentemente, examinando cada movimiento, cada jadeo, cada convulsión perruna del prisionero. Sí, precisamente fue eso en lo que Österreich se convirtió, en un perro cautivo, transido por el separoforzoso; un perro aterrado por la miseria, por la soledad patibularia; un perro cuya única certeza era el saberse aislado, famélico y vapuleado… Los aullidos fueron confundiéndose con el crujir de sus huesos cada vez que, enfurecido, arremetía contra alguna de las paredes que le apresaban. Mordía, rasgaba inútilmente su jubón carcelario hasta que, exhausto, desmayaba entre charcos de sangre, vómito ydefecaciones. Progresivamente, la inmutabilidad del ambiente fue nublándose de pestilencia, de purpúreas tonalidades que se confundían con el vaho excrementicio de sus cánidas entrañas.
En aquellas ocasiones en que, tras un arrebato de cólera, el dolor y la fatiga doblegaban a Österreich, alguien se encargaba de arrojar a su celda una bandeja repleta de una masa viscosa que el prisionero, alvolver en sí, lamía con desesperación, sin cuestionarse momentáneamente cómo dicho bodrio podía ser considerado alimento alguno. Desde luego, la inanición por absoluta carencia de comida hubiese sido peor. Y a falta de líquidos suficientes – pues de hecho subsistía sólo gracias a la humedad propia de aquella bazofia –, Österreich tuvo que ingeniárselas para, una vez vaciado el contenedor, orinar enél y sorber así sus propios néctares, mezclados hábilmente (con la habilidad propia de un hombre-perro maniatado) con sudor y sangre faciales. No había espectáculo más repulsivo que aquél cuyo acaecimiento atestiguaba el reflector maldito, como si se tratase de un panoptikum, de un ojo de invencible omnipresencia.
¿Pero por qué se empeñaba ese alguien en mantener vivo, aun en paupérrimascondiciones, aquel mendrugo de carne infecciosa? ¿Cómo era posible atravesar los muros de la celda de Österreich, mientras éste dormitaba, para proveerle de esa porquería apenas comestible? Quizás algún vago recuerdo hubo sido la clave para resolver el enigma. Seguro que alguna especie de puerta se hallaba en ese cuarto, camuflada eficazmente para no ser vencida por el instinto de supervivencia de lapresa que, exaltada por el pánico, busca perenne una evasión contra la rapacidad de su verdugo. Sí, una salida… ¿pero cómo descubrirla?
La locura incipiente no fue un obstáculo para reflexionar al respecto. Österreich urdió un plan para escapar. Decidió fingirse dormido para lograr deslizarse, en un descuido de sus captores, fuera del umbral que para el suministro de alimento estaríaprogramáticamente abierto. Todo sería cuestión de suerte y precisión: la puerta tendría que ser lo suficientemente ancha como para que su cuerpo, de por sí decrépito, pudiese atravesarla. Desde luego, el siguiente desafío consistiría en combatir, en caso perentorio, contra quienes le habían encerrado. Era tiempo, pues, de reservar toda la energía posible para la masacre inminente.
Llegó entonces la...