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de la incertidumbre al canon
Evangelina Rodríguez Cuadros
Universitat de València
evangelina.rodriguez@uv.es
Blog Ars Theatrica: http://parnaseo2.uv.es/blogtheatrica/
L
a experiencia de escribir una tesis doctoral —lo pienso ahora cuando tal
género va extinguiéndose en la algarabía burocrática que oxida la universidad— señala un destinointelectual: aunque la vida académica (que es
también creación) acabe llevándote a otros territorios, existirá siempre una oportunidad de retorno. A veces, muy temprano. Todavía recuerdo cuando en 1978,
inmaculadamente mecanografiada y encuadernada la mía, que titulé (lo que ahora
reconozco como torpe profecía) Novela corta marginada del siglo xvii español,
encontré ese artículo suelto que fatídicamentesiempre se escapa en la bibliografía. Se trataba, en este caso, de «Problemática de la novela corta» de René Etiemble (1909-2002), dentro de sus Ensayos de literatura (verdaderamente) general
(1977: 127-137). Descubrí que podía haber elegido otros muchos nombres para
engolar mi investigación sin haberme atenido a novela, un étimo del que nadie
con más gracia que Juan Timoneda había hecho etimologíaen su Patrañuelo de
15651. El género se extendía a un nomenclátor tan esotérico como novella, nouvelle, histoire, monogatari, kaiskaz, erzählung, conte, short story, novelette, Kurzgeschichte, o tjerpen2. Pero Etiemble no recordaba que nuestra María de Zayas ya
había reclamado, en 1638, llamar a las suyas maravillas, pues «con este nombre
quiso desembarazar al vulgo del de novelas, título tanenfadoso que ya en todas
partes aborrecen». El lúcido comparatista sí sacaba a colación, sin embargo, la
«Patraña no es otra cosa que una fengida traza, tan lindamente amplificada y compuesta, que
parece que trae alguna apariencia de verdad. Y así, semejantes marañas las intitula mi lengua
natural valenciana, Rondalles, y la toscana: Novelas, que quiere decir: “Tú, trabajador, pues no
velas, yo tedesvelaré con algunos graciosos y asesados cuentos, con tal que los sepas contar
como aquí van relatados”». Véase Timoneda (1971: 41).
2
Anteriormente había debatido sobre esta terminología Gillespie (1967: 117-127).
1
Edad de Oro, XXXIII (2014), pp. 9-20, ISSN: 0212-0429
10
Novela cortesana, novela barroca, novela corta
nota de Paul Scarron en Le Roman Comique (1651): «Los españoles poseíanel
secreto de inventar pequeñas historias, que ellos llaman novelas, que van mejor
en nuestros usos y están más al alcance de la humanidad que los héroes imaginarios de la Antigüedad». No estaba mal para una época en la que su país hacía
desfilar por los escenarios, en heroica elocuencia de alejandrinos, toda la estirpe
mitológica, desde Edipo a Mitrídates y desde Ifigenia a Fedra. Por entonceslos
españoles se las veían más bien, en la triunfante comedia nueva, no sólo con una
aristocracia señorial sino también con una nobleza urbana (a veces de medio pelo)
que disfrutaba de su reflejo en las tablas. Pero no ya sólo en ellas. Porque, entre
1635 y 1665, ya se habían editado casi un 47 % de las numerosas colecciones de
aquellas novelas cortas3, convertidas en una alternativa de vorazconsumo a lo
que se ofrecía en los corrales. Nos lo recuerda Juan de Zabaleta (1983: 387) en su
Día de fiesta por mañana (1663), donde describe a una mujer, en su casa, absorta
en «esas que llaman novelas […], porque en esta lectura el principio hace gana
incorregible de llegar al fin […], que hablan con agrado y utilidad a la oreja del
corazón», advirtiendo que «no mueve ni embravece tanto los afectoscomo la comedia, porque habla como que cuenta y no como que padece». La cita nos propone, sin lugar a dudas, la existencia de una cultura privada — decisiva en la evolución de la sociedad europea entre los siglos xvi y xvii — frente al rito colectivo del
teatro4; una cultura literaria en la que sería infrecuente — pero no imposible — la
creación de situaciones más propicias a transgredir el...
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