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CAPÍTULO I

¡Yo no la maté! ¡Ella fue quien me mató! Ahora, ya no soy yo, ahora soy ella; ella me ha robado lo que soy.
Todo fue una pesadilla ¡Qué tonto soy! Pero de verdad la amo, aunque ya esté muerta. Qué extraño, hace demasiado frío. Pereira no es una ciudad fría, o puede que no esté haciendo frío, tan solo imaginarla, allí, tirada, con la boca entre-abierta (esa boca que tantas vecesbesé) Desnuda, con sus senos a flor de piel, pero manchados por la sangre que que su cuello derramó ¡Qué cobarde fui! Debí haberme suicidado después de haberla matado.
La policía debe estar buscándome ¡Aún hay tiempo! Ellos no me han encontrado, y yo aún puedo suicidarme. Sí, eso haré. Ahora bien, debo encontrar el cuchillo con el que la maté, para así clavármelo mientras escribo ésta última nota,así, cuando la policía llegue puedan ver lo idiotas que son al sentirse engañados por un simple payaso. Encuentro el cuchillo en el lava-manos, salpicado por la sangre de Ana. Estoy desnudo, en la cama, ¿qué voy hacer? Suicidarse con un cuchillo es muy cliché.
Ella me trajo felicidad, a mí, a un payaso.
Ya escucho la sirena de los policías, siempre anunciando su llegada ¡Qué tontos! Los veollegar desde mi ventana, desnudo. Ellos se acercan, mientras que yo, aún escribo estas líneas. Absurdo.
Qué patético soy, ellos aún no llegan y yo estoy en un octavo piso, tengo buen tiempo para pensar cómo suicidarme. ¿Cómo no lo pensé antes? Estoy a ocho pisos de la muerte, y ellos a ocho pisos de alcanzarme.
Nada tiene sentido. He asesinado mi felicidad, lo más correcto es suicidarme. Yallegaron, pero antes quiero que ellos sepan que siempre te amé, y fue por esa misma razón que te maté.
Javier Ortiz.
Esta carta la encontraron los policías minutos después de tumbar la puerta. Luego, después de confiscar todos los bienes del payaso, encontraron un diario titulado “La Otra Cara del Payaso”.
CAPÍTULO II (PAROXISMO)

La mañana estaba muy fría, y Javier estaba, como decostumbre, frente a la ventana de su cuarto fumándose un Derby. Seguía absorto en aquellos recuerdo de niñez, mientras la ceniza caía sobre sus pies. ¡Qué absurda es la infancia! – Pensó mientras le daba una chupada al cigarrillo. Esa sensación de que el mundo es maravilloso, sólo cabe en la inocencia de la niñez. ¡Esa inocencia de aquella sonrisas virginales! Debería de desaparecer llegada la juventud.Pero ¿qué era la juventud? ¿Cuándo sabemos que llegábamos a ella, o que ella llegaba a nosotros? Se preguntaba él mientras tiraba la colilla por la ventana. Patético es que un payaso como yo trate de hacer reflexiones que le competen. Miró el reloj con un poco de hastío, y nota que ya tiene que estar preparado para salir.
Sin bañarse, se maquilla rápidamente y sale con un Derby entre los dedos.Da una chupada grande al cigarro y mira con desprecio a todos los jóvenes del colegio. Se rehuza a pasar cerca de ellos, así que toma el camino contrario, pero al doblar la esquina se encuentra con la dueña de la pensión, doña Rosa, siempre tan recatada y pulcra. Javier quedó pálido, ya que le debía 3 meses de renta.
-Don Javier – Dijo ella haciendo una mueca pícara.
-Señora Rosa – Decía Javiersimulando una sonrisa- ¿Cómo ha estado?
-Mejor que usted, por lo que veo…
Pasó un carro de la policía con la sirena encendida.
-Ahí debería ir usted señor Ortiz – Dijo ella con una sonrisa burlona.
-Pero estoy en su pensión, que es como lo mismo.
-Y Espero que sea peor – Decía doña Rosa mientras se retiraba de la presencia de Javier- Adiós señor Ortiz.

Doña Rosa era ese tipo de mujer quetodos respetaban de frente, pero la criticaban de espalda.
Siempre fue una mujer de campo. Trabajó en todo lo que le permitiían. A los 12 años se fue de la casa de sus padres para vivir con un recolector de café. No duró mucho. A los 15 años ya estaba de mesera en una taberna de vereda. Allí apredió a defenderse de todos los hombres que quisieran pasarse con ella, y a forjar su carácter.
Su...