50 sombras liberadas parte 2
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E.L. James
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Cuando despierto el sol brilla a través de las ventanas y el agua refleja
patrones brillantes sobre el techo de la habitación. Christian no está en
ningún lugar. Me estiro y sonrío. Mmm... tomaré un día de una follada
castigo seguida por s
exo de reconciliación, algún día. Me maravillo por loque es ir a la
cama con dos hombres distintos:
Christian
enfadado
y el
Christian dulce “déjame pedirte perdón de la manera en la que
puedo
”
. Es
complicado decidir cuál de los dos me gusta más.
Me levant
o y me dirijo al baño. Abriendo la puerta, encuentro dentro a
Christian afeitándose, desnudo
a
excepción de la toalla envuelta
alrededor
de su
scadera
s
. Se gira y sonríe, inmutado porque lo hubiese
interrumpido. He descubierto que Christian nunca le pondrí
a seguro a la
puerta si es la única persona en el cuarto, la razón por la cual da que
pensar, y una en la que no quiero insistir.
—
Buenos días,
Sra.
Grey
—
dice, irradiando buen humor.
—
Buenos días a ti.
—
Le sonrío devuelta mientras le observo afeitarse.
A
mo verlo afeitarse. Levanta su barbilla y se afeitaba bajo ella, dando
largos y deliberados movimientos, y me encuentro inconscientemente
imitando sus acciones. Tirando de mi labio superior hacia abajo como él lo
hace, para afeitar el espacio entre su labi
o y su nariz. Se gira y me sonríe,
la mitad de su rostro aún cubiertacon jabón de afeitar.
—
¿Disfrutando del espectáculo?
—
pregunta.
Oh, Christian, podría observarte por horas.
—
Uno de mis momentos favoritos
—
murmuro, y él se inclina y me besa
rápidamente
, untando jabón de afeitar en mi rostro.
—
¿Debería hacerlo por ti de nuevo?
—
susurra perversamente y levanta la
cuchilla.
Aprieto mis labios hacia él.
—
No
—
murmuro,pretendiendo estar de mal humor
—
, me haré la cera la
próxima vez.
—
Recuerdo la alegría de C
hristian en Londres cuando
descubrió que durante su reunión, por curiosidad me había rasurado mi
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vello púbico. Por supuesto no lo había hecho de acuerdo a los altos
estándares del Señor Exigente.
—
¿Qué diabloshas hecho?
—
exclama Christian. No puede alejar su
entretenido horror de sí mismo. Se sienta en la cama de nuestra suite en el
Hotel Browns cerca a Piccadilly, enci
ende la lámpara de la mesi
ta de noche
y baja su mirada, su boca forma una
O
. Debe ser media noche. Me
ruborizo del color de las sábanas del cuarto de juegos y trato de bajar mi
vestido de saténpara que no pueda verme. Toma mi mano para
detenerme.
—
¡Ana!
—
Yo... eh... me rasuré.
—
Puedo verlo. ¿Por qué?
—
Está sonriendo de oreja a oreja.
Cubro mi rostro con mis manos. ¿Por qué estoy tan apenada?
—
Oye
—
dice suavemente y aleja mi mano
—
, no lo escondas.
—
Está
mordiendo su labio para no reírse
—
. Dime por qué.
—
Sus ojo
s bailandode
alegría. ¿Por qué lo encuentra tan divertido?
—
Deja de burlarte de mí.
—
No me burlo de ti. Lo siento. Yo... estoy encantado
—
dice.
—
Oh...
—
Dime, ¿por qué?
Tomé un respiro profundo.
—
Esta mañana, después de que te fuiste a tu reunión, tomé una du
cha y
estaba recordando todas tus reglas.
Parpadea. El humor en su expresión se ha desvanecido, y me miracautelosamente.
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—
Estaba marcándolas una a una y cómo me sentía con respecto a ellas, y
recordé el salón de belleza, y pensé...
que esto te gustaría
. No
fui lo
suficientemente valiente para hacerme la cera.
—
Mi voz desaparece en un
susurro.
Él me mira fijamente, sus ojos brillando... esta vez no con diversión hacia
mi...
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