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Páginas: 13 (3244 palabras) Publicado: 7 de noviembre de 2012
 
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CAPÍTULO NOVENOELECCIONES GENERALES
Por todas partes te lo van a decir, de modo que no tendremos más remedio que hablar también un poco de ello. « ¡La política es una vergüenza, una inmoralidad! ¡Los políticos no tienen ética! »: ¿a quehas oído repetir cosas así un millón de veces? Como primera norma, en estas cuestiones de las que venimos hablando, lo más prudente es desconfiar dequienes creen que su «santa» obligación consiste en lanzar siempre rayos y truenos morales contra la gente en general, sean los políticos, las mujeres, los judíos, los farmaceúticos o el pobre y simple ser humano tomado comoespecie. La ética, ya lo hemos dicho pero nunca viene mal repetirlo,no es un arma arrojadiza ni munición destinada a pegarle buenoscañonazos al prójimo en su Propia estima. Y muchomenos alprójimo en general, igual que si a los humanos nos hiciesen en seriecomo a los
donuts.
Para lo único que sirve la ética es para intentarmejorarse a uno mismo, no para reprender elocuentemente alvecino; y lo único seguro que sabe la ética es que el vecino, tú, yo ylos demás estamos todos hechos artesanalmente, de uno en uno,con amorosa diferencia. De modo que a quien nos ruge al oído: «iTodos los... (políticos, negros, capitalistas, australianos, bomberos,lo que se prefiera) son unos inmorales y no tienen ni pizca deética!», se le puede responder amablemente: «Ocúpate de ti mismo,so capullo, que más te vale», o cosa parecida.Ahora bien: ¿por qué tienen tan mala fama los políticos? A fin decuentas, en una democracia políticos somos todos, directamente opor representación de otros.Lo más probable es que los políticos senos parezcan mucho a quienes les votamos, quizá incluso
demasiado; si 
fuesen muy distintos a nosotros, mucho peores oexageradamente mejores que el resto, seguro que no leselegiríamos para representarnos en el gobierno. Sólo losgobernantes que no llegan al poder por medio de eleccionesgenerales (como los dictadores, los líderes religiosos o los reyes)basansu prestigio en que se les tenga por
diferentes 
al común delos hombres. Corno son distintos a los demás (por su fuerza, porinspiración divina, por la familia a que pertenecen o por lo que sea)se consideran con derecho a mandar sin someterse a las urnas niescuchar la opinión de cada uno de sus conciudadanos. Eso sí,asegurarán muy serios que el «verdadero» pueblo está con ellos,que la «calle»les apoya con tanto entusiasmo que no hace falta ni
 
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siquiera contar a sus partidarios para saber si son muchos o menosde muchos. En cambio, quienes desean alcanzar sus cargos por víaelectoral procuran presentarse al público como gente corriente, muy«humanos», con las mismas aficiones, problemas y hasta pequeñosvicios que la mayoría cuyo refrendo necesitan para gobernar. Porsupuesto, ofrecenideas para mejorar la gestión de la sociedad y seconsideran capaces de ponerlas competentemente en práctica,pero son ideas que cualquiera debe poder comprender y discutir,así como tienen que aceptar también la posibilidad de sersustituidos en sus puestos si no son tan competentes como dijerono tan honrados como parecían. Entre esos políticos los habrá muydecentes y otros caraduras y aprovechados,como ocurre entre losbomberos, los profesores, los sastres, los futbolistas y cualquier otrogremio. Entonces, ¿de dónde viene su notoria mala fama?Para empezar, ocupan lugares especialmente
visibles 
en lasociedad y también privilegiados. Sus defectos son más públicosque los de las restantes personas; además, tienen más ocasionesde incurrir en pequeños o grandes abusos que la mayoría delosciudadanos de a pie. El hecho de ser conocidos, envidiados eincluso temidos tampoco contribuye a que sean tratados conecuanimidad. Las sociedades igualitarias, es decir, democráticas,son muy poco caritativas con quienes escapan a la media porencima o por abajo: al que sobresale, apetece apedrearle; al que seva al fondo, se le pisa sin remordimiento. Por otra parte, los políticossuelen estar...
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