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¡Dios, que inútil era! Él había preparado lo que él pensaba que era una
maldita buena clase de procedimiento penal avanzado, pero de nuevo, Philip
Sedgwick, se quedo mirando las caras en blanco, lo que indicaba que no era
cierto.
Echó un vistazo al lenguaje corporal de sus treinta alumnos. Todos
parecían inclinarse hacia la derecha, como si en cualquier momento sus
cuerpos

se

transportaríanen

masa,

arrojándolos

a

través

de las

puertas. Bueno, estaba aburrido también, pero vamos, que era un tipo
genial. Tenía inteligencia. Tenía carisma... ¿no?
Era molesto como el infierno. La mitad de los estudiantes y sus tontas
preguntas lo conducían hasta la locura, la otra mitad se veían tan
desinteresados que no estaba seguro de que estuvieran aún con vida. Por
supuesto, no todo el mundoaquí se convertiría en un juez o en un legislador,
pero él esperaba que su clase de segundo año hubiera adquirido algunos
conocimientos más avanzados o por lo menos algunos de los conceptos que
intentaba enseñar.
Había también, al parecer por error, se suponía que había un mayor
nivel de interés en el curso electivo. En su desesperación, su mirada cayó
sobre la chica en la tercera fila. Ellaabiertamente leía un libro que sabía,

por su vinculante colorido, que no tenía absolutamente nada que ver con el
tema. Es probable que ni siquiera fuera un libro de texto relacionado con la
ley.
El tipo sentado a su lado le dio un codazo, su mirada se reunió con la
de Philip. La niña siguió leyendo, ajena a toda la atención ahora centrada en
ella.
Philip

sintió

un

hilo

de

sudor

deslizarse

porel

cuello.

“¡OH, Dios mío! ¡Mi cuerpo se está inclinando hacia la puerta, también!”
Enderezó la espalda. No, él no quería quedarse en la sala de congestión más
de lo que lo hacia, pero ya que el colegio había tomado las nuevas normas con
medidas más drásticas en el uso del aire acondicionado, prohibiéndolo en
primavera y debiendo tener las ventanas abiertas, todos ellos tendrían que
sufrir.Afuera, San Francisco le hizo señas. Se moría por sentir la brisa, podía ver
agitarse las hojas de los árboles, deseaba que su acción le enfriara la piel.
Debajo de eso, lo que vio fue la hierba verde y unos pocos estudiantes
descalzos, estiro la espalda. Se tragó una punzada de celos. Jóvenes
inexpertos... si supieran lo afortunados que eran.
Con el silencio que duraba ya demasiado tiempo y la mitadde la clase
mirándolo, no había otra opción. Tenía que tomar el control. Además, había
jugado muy bien con multitudes mucho más difíciles y ganó.

Philip salió de su escritorio a la parte delantera de la sala y se dirigió
hacia las escaleras en el lado izquierdo de la sala de conferencias, miro a la
chica que todavía estaba inmersa en su libro.
"¿Te importaría compartir todo eso con el resto denosotros?", le
preguntó, con las manos en las caderas. Demasiado tarde, vio el título: La
vida sexual de los pies y los zapatos. Genial, simplemente genial.
Ella levantó la vista, parpadeando. Algunos alumnos ahogando sus
sonrisas. Un par de ellos soltaron una risita. Ella tuvo la decencia de mirarlo
avergonzada. Philip regresó a su escritorio, apoyado en el podio, y esperó.
"Um... sí. Esinteresante. Que... bueno, se trata de la historia del
diseño de los zapatos... y por qué las personas usan ciertos tipos de
zapatos.”
"Y lo que eso se refiere al procedimiento penal avanzado... ¿cómo?"
La muchacha se mordió el labio. "Bueno, dice que se puede decir
mucho sobre la gente por los zapatos que optan por llevar."
"En serio. ¿Y qué es lo que mis zapatos dicen sobre mí?" Su mirada
nunca dejó sucara.
"Usted usa botas. Eres sexualmente seguro, dispuesto y con muy
buena opinión de ti mismo. Según el libro, ya que los suyos no están rotos,
está probablemente forrado de dinero." La clase explosionó en risas.

Philip, mortificado, respiró hondo y esperaba que su vergüenza no se
manifestara. Él hizo lo que cualquier otro maestro de circo bien haría. Usó
la situación a su favor.
“Ya ves.”...