7 razones para no enamorarse
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reservados.
SIETE RAZONES PARA NO ENAMORARSE,
N.º 8 - mayo 2013
Publicada originalmente por Harlequin Ibérica,
S.A.
Todos los derechos están reservados incluidos
los de reproducción, total o parcial.
Todos los personajes de este libro sonficticios. Cualquier parecido con alguna
persona, viva o muerta, es pura coincidencia.
HQÑ y logotipo son marcas registradas por
Harlequin Books S.A.
I.S.B.N.: 978-84-687-3140-7
Editor responsable: Luis Pugni
Imagen de cubierta:
PLOTNIKOV/DREAMSTIME.COM
Conversión ebook: MT Color & Diseño
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Capítulo 1
Elisa miró de nuevo la cuenta que el
camarero acababa de ponersobre la mesa.
Nueve con setenta. Y eso que únicamente había
tomado un café y un croissant. En una semana
gastaría solo en desayunos cerca de cincuenta
euros. Lo que en un mes rondaría los
doscientos, y en un año... Buf. No se lo podría
permitir a partir de ahora. El día siguiente
desayunaría en casa y si tuviera que quedarse en
el trabajo a mediodía le tocaría tirar de
fiambrera y de lacomida de su madre.
Miró hacia la calle a través del coqueto
ventanal bordeado de encaje de la cafetería. En
aquel momento caía una fina llovizna que había
abarrotado la acera de paraguas. Le encantaba
empezar el día con aquella vista; una amplia
avenida flanqueada por lujosos comercios y
transitada por hombres y mujeres de aspecto
impecable. Eso es lo que diferenciaba a los
distritosfinancieros de las ciudades. Su madre
diría que era el brillo del glamur, y su padre,
que una cuadra de ladrones. Los dos tenían un
poco de razón, pero a ella le fascinaba. Lo
echaría de menos. Sí. Mucho. El barrio y
aquella refinada cafetería que era capaz de
convertir un simple desayuno en una
experiencia sensorial a base de exquisitos
cruasanes untados con queso dulce. Eso sí, a
preciode oro.
Suspiró porque era seguro que la iban a
despedir.
Seguro.
Adiós a los desayunos en Le petit croissant.
Adiós a ahorrar para poder comprarse en el
outlet un bolso de marca. Adiós a las escapadas
de fin de semana. Bienvenida, pobreza.
Hizo cuentas mientras seguía con la vista la
proeza de una ejecutiva con maletín en mano
para tomar un taxi. Un nuevo suspiro se escapó
de suslabios. En aquel momento le quedarían
en el banco poco más de mil euros. Y eso
porque había sido previsora guardando en un
cajón de su mesita de noche uno de cada diez.
Si sus sospechas se confirmaban y al final de
mes la ponían de patitas en la calle apenas
tendría para pagar una mensualidad de alquiler y
tirar unos días de forma austera, poco más. Ese
sería el tiempo que tendría paraencontrar un
nuevo trabajo si no quería volver con la cabeza
gacha a casa de sus padres a escuchar a cada
momento cómo uno convertía en negro lo que
el otro aseguraba que era blanco. El futuro se
perfilaba buscando trabajo en plena crisis y en
un sector donde los fracasos se degustaban
como un pastel. Lo tenía crudo.
El camarero se acercó de nuevo a la mesa,
pero al ver que la caja plateadaque contenía la
nota seguía vacía se retiró discretamente. Dos
mesas más allá, un grupo de hombres
embutidos en caros trajes a medida comentaban
los titulares del diario que uno de ellos
susurraba. Algo muy fuera de lugar en un sitio
como aquel, pero que se les permitía porque
eran buenos clientes y pagaban sin rechistar.
Hablaban demasiado alto, pero Elisa los
perdonaba por las horas degimnasio que
habrían soportado esa mañana para llenar tan
bien aquellos trajes. Otra de las ventajas de
trabajar en un barrio caro. Dirigió de nuevo la
vista a la calle. El chaparrón arreciaba y por la
puerta se filtraba el olor del asfalto mojado. Un
aroma urbanita que la embriagaba. La acera
empezaba a despejarse, agrupando a los
peatones bajo los soportales de enfrente.
La culpa de...
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