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han articulado su sentido del bien, de lo sagrado, de lo
admirable-, pueden estar casi seguras que tienen algo que merece
nuestra a d m i r a c i ó n y respeto, aunque éste se a c o m p a ñ a de lomucho
que debemos aborrecer y rechazar. Formulado de otra manera:
se n e c e s i t a r í a una enorme arrogancia para descartar a priori
esta posibilidad.
Quizás, después de todo, se trata de unproblema moral. Para
aceptar esta suposición basta que asumamos el sentido de nuestra
limitada p a r t i c i p a c i ó n en el conjunto de l a historia humana. Sólo
la arrogancia, o algunadeficiencia moral análoga, p o d r í a impedir
que así lo hiciéramos. Pero lo que esta suposición nos exige no son
juicios perentorios o falsos de igualdad de valor, sino una disposición
para abrirnos a untipo de estudio cultural comparativo que
desplazará nuestros horizontes hasta l a fusión resultante. Ante todo,
lo que exige es que admitamos que noscuestiones que me g u s t a r í a examinar, peroel problema es que todas
ellas permiten respuestas de extensión indefinida. Los peligros
para la sociedad liberal, por ejemplo, no son enumerables; las amenazas
pueden venir desde un incontable nú m e r o de direcciones y,
por tanto, debo ser selectivo. Traeré a u n primer plano ciertas dificultades
que me parecen características de nuestro tiempo y, al hacer
tal cosa, soy consciente dehablar de una experiencia restringida.
Actualmente, las sociedades de tipo liberal son anheladas en
casi todo el mundo en condiciones radicalmente diferentes. Ninguna
discusión finita puede hacerjusticia a todas estas situaciones.
Pero, si bien los peligros son infinitos, la primera pregunta, la
que exige una definición de sociedad liberal, puede tener una respuesta
clara y finita. A pesar deque se puede pensar así y un buen
n ú m e r o de pensadores han intentado ofrecer definiciones, creo
que en este punto nos derrota nuevamente la complejidad de la
realidad y la multiplicidad de...