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Querido Diego,
te abraza Quiela
e
Elena Poniatowska
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Primera edición en Impedimenta: enero de 2014
© Elena Poniatowska
c/o Guillermo Schavelzon & Asoc., Agencia Literaria
www.schavelzon.com
Copyright de la presente edición © Editorial Impedimenta, 2014
Benito Gutiérrez, 8. 28008 Madrid
http://www.impedimenta.es
Diseño de colección y coordinacióneditorial: Enrique Redel
ISBN: 978-84-15979-20-3
Depósito Legal: M-1197-2014
IBIC: FA
Impresión: Kadmos
Compañía, 5. 37002, Salamanca
Impreso en España
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de
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A Jan
1947–1968
19 de octubre de 1921
R
E
n el estudio todo ha quedado igual, querido
Diego, tus pinceles se yerguen en el vaso,
muy limpios, como a ti te gusta. Atesoro hasta
el más mínimo papel en que has trazado una
línea. En la mañana, como si estuvieras presen�
te, me siento a preparar las ilustraciones paraFloreal. He abandonado las formas geométricas
y me encuentro bien haciendo paisajes un tanto
dolientes y grises, borrosos y solitarios. Siento
que también yo podría borrarme con facilidad.
Cuando se publique te enviaré la revista. Veo a
tus amigos, sobre todo a Élie Faure que lamenta
tu silencio. Te extraña, dice que París sin ti está
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vacío. Si él dice eso, imagínate lo que diré yo.
Mi españolavanza a pasos agigantados y para
que lo compruebes adjunto esta fotografía en la
que escribí especialmente para ti: «Tu mujer te
manda muchos besos con esta, querido Diego.
Recibe esta fotografía hasta que nos veamos.
No salió muy bien, pero en ella y en la anterior
tendrás algo de mí. Sé fuerte como lo has sido
y perdona la debilidad de tu mujer».
Te besa una vez más
Quiela.
10
7 de noviembrede 1921
R
N
i una línea tuya y el frío no ceja en su
intento de congelarnos. Se inicia un in�
vierno crudísimo y me recuerda a otro que tú y
yo quisiéramos olvidar. ¡Hasta tú abandonabas
la tela para ir en busca de combustible! ¿Re�
cuerdas cómo los Severini llevaron un carrito
de mano desde Montparnasse hasta más allá
de la barrera de Montrouge donde consiguie�
ron medio saco de carbón? Hoy enla mañana
al alimentar nuestra estufita pienso en nuestro
hijo. Recuerdo las casas ricas que tenían cale�
facción central a todo lujo, eran, creo, calderas
que funcionaban con gas, y cómo los Zeting,
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Miguel y María, se llevaron al niño a su de�
partamento en Neuilly para preservarlo. Yo no
quise dejarte. Estaba segura de que sin mí ni
siquiera interrumpirías tu trabajo para comer.
Iba a veral niño todas las tardes mientras tú te
absorbías en El matemático. Caminaba por las
calles de nieve ennegrecida, enlodada por las pi�
sadas de los transeúntes y el corazón me latía
muy fuerte ante la perspectiva de ver a mi hijo.
Los Zeting me dijeron que apenas se recuperara
se lo llevarían a Biarritz. Me conmovía el cuida�
do con que trataban al niño. María, sobre todo,
lo sacaba de la cuna —unacuna lindísima como
nunca Dieguito la tuvo— con una precaución
de enfermera. Aún la miro separar las cobijas
blancas, la sabanita bordada para que pudiera
yo verlo mejor. «Hoy pasó muy buena noche»,
murmuraba contenta. Lo velaba. Ella parecía
la madre, yo la visita. De hecho así era, pero
no me daban celos, al contrario agradecía al
cielo la amistad de los Zeting, las dulces manos
de la jovenMaría arropando a mi hijo. Al re�
gresar a la casa, veía yo los rostros sombríos de
los hombres en la calle, las mujeres envueltas
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en sus bufandas, ni un solo niño. Las noticias
siempre eran malas y la concierge se encargaba
de dármelas. «No hay leche en todo París» o
«������������������������������������������
Dicen que van a interrumpir el sistema mu�
nicipal de bombeo porque no hay carbón...
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