9788425341076

Páginas: 11 (2729 palabras) Publicado: 1 de febrero de 2016
EL APÓSTOL NÚMERO 13
Michel Benoît

El tren corría veloz en la noche de noviembre. Echó un vistazo al reloj: como siempre,
el expreso de Roma había acumulado un retraso de dos horas en el trayecto italiano.
Suspiró: no llegarían a París antes de las veintiuna horas…
Se arrellanó en su asiento y pasó el índice entre el cuello de celuloide y la piel. El padre
Andrei no estaba habituado a llevarclergyman; solo se lo ponía cuando tenía que salir
de la abadía, lo que ocurría raras veces. ¡Y aquellos vagones italianos debían de ser de
la época de Mussolini! Asientos de imitación de cuero, duros como los sillones de un
locutorio de monasterio,una ventana que se podía bajar hasta la barra de apoyo,
colocada muy baja, sin aire acondicionado…
En fin, ya solo faltaba una hora. Las luces de laestación de Lamotte-Beuvron acababan
de desfilar a toda velocidad: en las largas rectas de Sologne, el expreso siempre
alcanzaba la velocidad máxima.
Al ver agitarse al sacerdote, el fornido viajero que se encontraba sentado frente a él
levantó sus ojos marrones del periódico y le dirigió una sonrisa que no iluminó su rostro
de tez mate.
«Sonríe solo con los labios —pensó Andrei—. Sus ojos siguen tanfríos como un
guijarro a orillas del Loira…»
El expreso de Roma transportaba a menudo a una población clerical que le hacía parecer
una sucursal del Vaticano, pero aquel día en su compartimiento solo estaban él y esos
dos hombres silenciosos: las otras plazas, a pesar de estar reservadas, habían
permanecido vacías desde la partida.Andrei echó una ojeada al segundo
pasajero,hundido en el ángulo delrincón del pasillo: un poco mayor, elegante y rubio
como el trigo. Parecía dormir; tenía los ojos cerrados, pero de vez en cuando su mano
derecha tamborileaba sobre la rodilla, mientras la mano izquierda marcaba acordes en el
muslo. Desde la salida solo habían intercambiado algunas frases corteses en italiano, y
Andrei había notado que tenía un fuerte acento extranjero, sin poder identificarlo.¿Europa del Este? Su rostro era juvenil, a pesar de la cicatriz que partía de la oreja
izquierda y se perdía en el oro de sus cabellos.
Esa costumbre que tenía de observar los pequeños detalles… Sin duda le venía de toda
una vida inclinado sobre los manuscritos más oscuros.
Apoyó la cabeza contra el vidrio y miró distraídamente a la carretera, que corría paralela
a la vía del tren.
Hacía ya dos mesesque debería haber devuelto a Roma, traducido y analizado, el
manuscrito copto de Nag Hamadi. Había realizado la traducción rápidamente. ¡Pero el
informe de análisis…! Andrei no había llegado a redactarlo. Era imposible decirlo todo,
y menos por escrito.
Demasiado peligroso.

Random House Mondadori
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http://www.megustaleer.com
http://www.rhm.es Entonces le habían convocado. En los despachos de la Congregación para la Doctrina de
la Fe —la antigua Inquisición—, no había podido eludir las preguntas de sus
interlocutores. Hubiera deseado no hablarles de sus hipótesis, refugiarse en los
problemas técnicos de la traducción. Pero el
cardenal, y sobre todo aquel temible minutante,* le habían acorralado y le habían
obligado a decir más de lo quequería. Luego le habían interrogado sobre la losa de
Germigny, y los rostros se habían endurecido un poco más.
Finalmente había ido a la reserva de la Biblioteca Vaticana. Allí, el pasado doloroso de
su familia se le había hecho presente de nuevo de un modo brutal —tal vez era el precio
que debía pagar por ver, al fin, la prueba material de lo que sospechaba desde hacía
tanto tiempo—. Entonces habíatenido que abandonar precipitadamente San Girolamo y
coger el tren hacia la abadía: se encontraba en peligro. Lo que quería era paz, solo la
paz. No estaba en su lugar en medio de las maquinaciones, en Roma no se sentía como
en casa, pero ¿se sentiría como en casa en algún sitio? Al entrar en la abadía, había
cambiado de patria por segunda vez y la soledad le había embargado.
Ahora el enigma...
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