ABEJAS
Si bien no hay argumento que sea más utilizado para justificar el capitalismo que la famosa teoría de la «mano invisible» de Adam Smith y también pocos son tan venerados porla teoría liberal contraria a la intervención reguladora del Estado, la deuda, sin embargo, de ese argumento con Mandeville es inmensa. Así lo reconocieron economistas hoy tan conocidos como Hayek, Keynes o los teóricos de la Public Choice. Pese a todo ello, la fuerza, la brillantez y la mordacidad de los argumentos de Mandeville continúan siendo, todavía hoy, prácticamente desconocidos.
Esaidea de que las cosas son como son porque no pueden ser de otra manera, quizá tenga uno de sus primeros testimonios contemporáneos en La fábula de las abejas, escrita a comienzos del siglo XVIII por un excéntrico alienista holandés afincado en Inglaterra, Bernard Mandeville. En ella, quién sabe si con intención satírica o con sincero convencimiento, Mandeville sostiene que nunca la virtud hizoprosperar a las sociedades, sino que el verdadero motor del progreso es el vicio, la corrupción.
Para ilustrar su idea se sirve de una colmena “que vivía con lujo y desahogo” y en la que las abejas “se afanaban por satisfacer sus propios deseos y vanidades”. En la colmena “mientras algunos con grandes haberes y exiguos quebraderos de cabeza se metían en negocios de pingües ganancias”, otros vivían“condenados a la guadaña y la azada […] agotando su fuerza y sus músculos para poder comer”. La colmena estaba, así mismo, llena de bribones que aprovechaban en su propio beneficio el trabajo ajeno, si bien estos solo se distinguían en sus artes de los respetables y laboriosos por el nombre, pues no había lugar o profesión en la que no se diera el fraude. No se salvaban ni los abogados, “que habíanconseguido que fuera ilegal disfrutar de lo propio sin que mediara algún pleito”; ni los médicos, “más interesados en la riqueza y la fama que en la salud del paciente”; ni los sacerdotes, ni los soldados, ni las misma justicia, que a menudo inclinaba alguno de sus platillos para que en ellos depositasen unas monedas.
Con todo y con eso, “aunque cada parte estuviera llena de vicios, el conjunto eraun paraíso”. El vicio y la corrupción eran la grasilla que mantenía lubricada y en marcha la maquinaria de aquella colmena. “La envidia y la vanidad eran los ministros de la industria”, escribe Mandeville, y la estupidez y el capricho movían la rueda del comercio. De este modo “el vicio nutría el ingenio”, y lo espoleaba en aras de la prosperidad, dando lugar a las comodidades de la vida,...
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