Abel Sanchez
Miguel de Unamuno (1864 – 1936)
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Abel Sánchez
Una historia de pasión
Miguel de Unamuno (1864 – 1936)
una especie de Memoria de la sombría pasión que le
hubo devorado en vida. Entremézclanse en este relato
fragmentos tomados de esa confesión ––así la rotuló––,
y que vienen a ser al modo de comentario que se
hacía Joaquín a sí mismo de su propia dolencia.
Esos fragmentos van entrecomillados. La Confesión
ibadirigida a su hija:
Miguel de Unamuno es
una de las
personalidades más
destacadas de la
literatura española del
siglo XX. Cultivó todos
los géneros - teatro,
Abel Sánchez
Al morir Joaquín Monegro encontróse entre sus papeles
poesía, ensayos, prosa todos ellos presididos
por dos ejes temáticos
recurrentes: España y el
sentido de la vida
humana
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Al corregir las pruebas de esta segunda edición de mi Abel Sánchez: Una historia de
pasión -acaso estaría mejor: historia de una pasión- y corregirlas aquí, en el destierro
fronterizo, a la vista pero fuera de mi dolorosa España, he sentido revivir en mí todas las
congojas patrióticas de que quise librarme al escribir esta historia congojosa. Historia que no
había querido volver aleer.
Abel Sánchez
La primera edición de esta novela no tuvo en un principio, dentro de España, buen
suceso. Perjudicóle, sin duda, una lóbrega y tétrica portada alegórica que me empeñé en
dibujar y colorear yo mismo; pero perjudicóle acaso más la tétrica lobreguez del relato
mismo. El público no gusta que se llegue con el escalpelo a hediondas simas del alma
humana y que se haga saltar pus.
Sinembargo, esta novela, traducida al italiano, al alemán y al holandés, obtuvo muy
buen suceso en los países en que se piensa y siente en estas lenguas. Y empezó a tenerlo en
los de nuestra lengua española. Sobre todo después que el joven crítico José A. Balseiro en
el tomo II de El vigía le dedicó un agudo ensayo. De tal modo que se ha hecho precisa esta
segunda edición.
Un joven norteamericano queprepara una tesis de doctorado sobre mi obra literaria me
escribía hace poco preguntándome si saqué esta historia del Caín de lord Byron, y tuve que
contestarle que yo no he sacado mis ficciones novelescas -o nivolescas- de libros, sino de la
vida social que siento y sufro -y gozo- en tomo mío y de mi propia vida. Todos los personajes
que crea un autor, si los crea con vida; todas las criaturas deun poeta, aun las más
contradictorias entre sí -y contradictorias en sí misma~, son hijas naturales y legítimas de su
autor -¡feliz si autor de sus siglos!-, son partes de él.
Al final de su vida atormentada, cuando se iba a morir, decía mi pobre Joaquín Monegro:
«¿Por qué nací en tierra de odios? En tierra en que el precepto parece ser: “Odia a tu
prójimo como a ti mismo.” Porque he vividoodiándome; porque aquí todos vivimos
odiándonos. Pero... traed al niño.» y al volver a oírle a mi Joaquín esas palabras, por
segunda vez y al cabo de los años -¡Y qué años!- que separan estas dos ediciones, he sentido
todo el horror de la calentura de la lepra nacional española, y me he dicho: «Pero... traed al
niño.» Porque aquí, en esta mi nativa tierra vasca -francesa o española es igual- a la que hevuelto de largo asiento después de treinta y cuatro años que salí de ella, estoy reviviendo mi
niñez. No hace tres meses escribía aquí:
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Si pudiera recogerme del camino
y hacerme uno de entre tantos como he sido;
si pudiera al cabo darte, Señor mío,
el que en mí pusiste cuando yo era niño...!
Y al fin la envidia que yo traté de...
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