abogada

Páginas: 438 (109461 palabras) Publicado: 27 de junio de 2014
Ken Grimwood

Volver a empezar

1
Jeff Winston hablaba por teléfono con su mujer cuando se murió.
«Tenemos que...», le había dicho su mujer, y él nunca llegó a saber qué era lo que
necesitaban, porque algo pesado le golpeó el pecho dejándolo sin aliento. El teléfono se
le cayó de la mano y fue a mellar el pisapapeles de cristal que había sobre su escritorio.
Apenas una semana antes,ella le había dicho algo parecido: «¿Sabes lo que tenemos
que hacer, Jeff?», después de lo cual había seguido una pausa, no infinita, ni definitiva
como esta pausa mortal, sino un intervalo palpable. Estaba sentado a la mesa de la
cocina, en lo que Linda denominaba el «rincón del desayuno», aunque no se tratara en
realidad de un espacio aparte, sino simplemente de una mesita de fórmica con dossillas
colocadas desmañadamente entre el costado izquierdo de la nevera y la parte frontal de
la secadora de ropa. Linda picaba cebollas en la encimera cuando le dijo aquello, y quizá
fueron las lágrimas agolpadas en la comisura de sus ojos las que lo pusieron pensativo,
las que le dieron a la pregunta de su mujer más importancia de la que ella había
pretendido.
—¿Sabes lo que tenemos quehacer, Jeff?
A lo cual se suponía que debía contestar: «¿Qué, cariño?», y debía hacerlo
distraídamente, sin interés, mientras leía el artículo publicado por Hugh Sidey sobre la
presidencia en la revista Time. Pero Jeff no estaba distraído; le importaban un bledo las
divagaciones de Sidey. De hecho, estaba más centrado y alerta de lo que había estado en
mucho, mucho tiempo. De manera que no dijopalabra durante varios minutos, se limitó a
mirar fijamente las lágrimas forzadas de Linda y a pensar en las cosas que ella y él
necesitaban.
Para empezar, necesitaban salir, subirse a un avión que los llevara a algún lugar cálido
y exuberante, a Jamaica o a Barbados quizá. Llevaban cinco años sin tomarse unas
verdaderas vacaciones, desde aquel viaje a Europa que tanto habían planeado pero queal final resultó decepcionante. Jeff no tenía en cuenta los viajes que cada año hacían a
Florida para ver a sus padres en Orlando y a la familia de Linda en Boca Ratón; aquéllas
eran visitas a un pasado cada vez más lejano, nada más. No, lo que les hacía falta era
pasar una semana, un mes, en una isla decadente del extranjero, donde pudieran hacer el
amor en playas interminables y desiertas,en las que por las noches flotara en el aire el
sonido de la música reggae y el perfume de flores de un rojo ardiente.
Tampoco les vendría nada mal una casa decente, quizá una casa como esas
imponentes mansiones que habían visto en Upper Mountain Road, Montclair, tantos
domingos melancólicos, mientras paseaban en coche. O una vivienda sobre la avenida
Ridgeway, en White Plains, cerca de loscampos de golf, una de estilo Tudor con doce
habitaciones. No es que quisiera dedicarse al golf, sino que le parecía que tanto prado
verde y tranquilo, con nombres como Maple Moor y Westchester Hills, conformarían un
ambiente más agradable que el formado por las rampas de acceso a la autopista de
Brooklyn-Queens y la trayectoria de aproximación al aeropuerto LaGuardia.
También necesitaban unhijo, aunque probablemente fuera Linda quien sintiera esa
falta con más urgencia que él. Jeff siempre se imaginaba al hijo que no habían tenido
como un niño de ocho años que se había saltado todas las exigencias de la infancia sin
haber alcanzado los tormentos de la pubertad. Un buen crío, ni demasiado guapo ni
demasiado precoz. No importaba si era niño o niña; bastaba con que fuera suyo y desu
mujer, que hiciera preguntas raras y se sentara demasiado cerca del televisor y luciera la
chispa de su individualidad en ciernes.
Sin embargo, no tuvieron niños; hacía años que sabían que era imposible, desde 1975,
cuando Linda había tenido aquel embarazo ectópico. Tampoco tendrían una casa en
Montclair ni en White Plains; el puesto de jefe de noticias que Jeff ocupaba en la emisora
de...
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