Aborto
Cuando llegué a la Universidad me dieron argumentos científicos y humanoscontra el aborto. Los reflexioné y los entendí. Pero seguía pensando en mí mismo: "si a mí me pasara...". Siempre me quedaba la duda de si un óvulo recién fecundado era un ser humano. Nadie -salvo laministra Bibiana Aído- tiene dudas de que un feto de tres meses es una persona con cabeza, brazos y piernas. Las ecografías son la prueba irrefutable que algunos se empeñan en no querer ver. Pero laincertidumbre todavía me aturdía. ¿El zigoto es un ser humano? Imaginaba cómo sería la vida en el útero materno y trataba de recordar en qué semana de mi embarazo (quiero decir el de mi madre) comencé aser persona. Como mi memoria ni la de nadie llega tan lejos, me pregunté qué hubiéra sido de mí si mis padres hubieran abortado. Entonces, empecé a oponerme a cualquier interrupción caprichosa de unembarazo.
Cuando salí de la facultad y comencé a trabajar, proseguí la investigación. Leí ensayos científicos y escuché a los expertos. Ellos tenían menos dudas que yo, pero intenté encontrar laverdad por mí mismo y dejé abierta una rendija a la duda. Busqué la raíz del problema y descubrí en la sociedad que el problema no es el aborto, sino la visión exclusivamente placentera que la juventudtiene del sexo. Comprobé con decepción que las series de televisión pervierten e invierten el concepto del amor. Aprendí que el mejor modo de evitar un embarazo es no correr siquiera el riesgo. Asumí...
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