Acerca de plaza irlanda de e. muslip
Claudia Fino
Facultad de Periodismo y Comunicación Social (UNLP)
claudiafino@yahoo.com.ar
RESUMEN
En este trabajo me propongo analizar, en la escritura de Plaza Irlanda (2005) de Eduardo Muslip, los recorridos en la memoria que establece el narrador, a quien lo sorprende la inesperada muerte de su mujer. La realidad presente del personaje sedesdibuja en un catálogo que constituye un mapa borgeano de recuerdos, cuyas direcciones construyen la memoria y bosqueja la identidad subjetiva. Su mirada se desplaza en detalles representativos que disparan episodios pasados, recuerdos como territorios fragmentarios del dolor presente. Los objetos, los espacios, las personas, todo genera una visión extrañada que hace que el pasado sublime y sedisocie del presente, hasta casi negarlo en la tristeza desfigurada en lo nimio. La valoración de ciertos objetos, calles, plazas, referencias compartidas con la muerta se presentan recorriendo hechos a partir de la mirada actualizada, y los mismos se resignifican progresivamente desde la ausencia, edificando la memoria en movimiento doble, recuperando esencias de lo vivido, y a su vez, cargando dedolor el presente.
Palabras clave: identidad - mirada idiota – sistemático - mapas
Una introducción
En este trabajo me propongo analizar, en la escritura de Plaza Irlanda (2005)[1] de Eduardo Muslip, los recorridos en la memoria que establece un narrador, a quien lo sorprende la muerte de su mujer, para ver de qué modo se conforma su identidad narrativa. La situación presente delpersonaje se desdibuja en un catálogo que constituye un mapa borgiano de recuerdos, cuyas direcciones construyen la memoria y bosquejan la identidad subjetiva. Ahora bien, si nos fijamos en cuál es el modo de percepción que este narrador instala para explorar autorreferencialmente el pasado, sus reflexiones y las situaciones anteriores y posteriores a la muerte de Helena, vemos que evidencia la inserciónde Muslip en una línea de la literatura argentina que puede considerarse realista.
No queremos internarnos en lo que ha sido tan discutido y que ha generado aun discusiones de las discusiones[2], pero entendemos la importancia de lo que conlleva.
Para J. L. de Diego, una de las soluciones que encontraron los escritores y los críticos para continuar aferrados a una categoría tan vapuleadacomo la del realismo fue la adjetivación: un realismo adjetivado permitió el rescate aun de sus mayores detractores. De ese modo encontramos realismo ingenuo, realismo decimonónico, realismo crítico, realismo socialista, crudo realismo, realismo mágico, realismo metafísico, realismo inseguro, realismo delirante…[3]
Es el realismo, la preocupación por dar cuenta de lo real en unarepresentación a través de la escritura, su elaboración estética, lo que sigue signando la literatura de estas últimas décadas, aunque ya no en un intento mimético, de reflejo ilusionista de una totalidad, sino con diferentes pretensiones y con un amplio abanico de posibilidades. Como dice Piglia, no hay un campo propio de la ficción y ésta, al trabajar con la creencia, nos lleva a los modelos convencionalesde realidad y –obviamente también– a las convenciones, su representación, que hacen verdadero o ficticio un texto.
Para G. Speranza[4], en la narrativa contemporánea, dando por sentado la impracticabilidad del realismo del siglo diecinueve, el retorno realista se presenta mediante nuevos caminos: un costumbrismo aggiornado (como el de Fabián Casas), la destrucción del verosímil y el sentidodesde la fábula (como el de César Aira), pero también otras exploraciones como la de Eduardo Muslip en Plaza Irlanda: el sentido desplazado del mundo real; los objetos, las cosas, las personas son víctimas de un extrañamiento desde una mirada “neurótica”, “idiota” y “lúcida” a la vez, un narrador aparentemente desafectado, sobrio y sin desbordes. Imágenes de las cosas sin énfasis, un monocorde...
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